Sobre el recuerdo del Nombre de Dios, de Mulay al-Darqawi

b.

En tiempos como los actuales, donde tantas cosas ocurren, que nos pueden alejar de los fundamentos, no está mal leer y releer las cuestiones básicas de la vía.

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¡Hermanos! Quien quiera que su infierno sea transformado en paraíso no se debe separar de la sunna. Es el barco salvífico y el espacio de los secretos y los bienes. Quien sube a él se salva, quien lo rechaza, se ahoga. Debes tratar con amabilidad a tu alma en todos sus asuntos sin sobrecargarla (la yatakallaf), puesto que el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, ha dicho: «Yo y los temerosos no mostramos afectación (takalluf)». También dijo: «Haced acopio (aklafu) de las obras que podáis llevar a cabo. Dios solo se cansa si vosotros os cansais». 

Las acciones que se deben realizar son aquellas que son pesadas para el alma, no las que le resultan ligeras. Y lo que le resulta más pesado de veras, con la que obtiene una respuesta y una apertura más rápidas, es con la invocación del Nombre Supremo, el Nombre de Majestad «Allâh«. No hay duda de que quien lo invoca cumpliendo con sus condiciones, le impone a su alma una pesada carga que no tiene alivio alguno. Sus condiciones son: la purificación del cuerpo, de la vestimenta y del lugar; el visualizar (tashajjis) las cinco letras y mantener esta visualización ante sus ojos. Cuando la visualización se disipe, debe esforzarse en visualizarla de nuevo rápidamente. Si se disipa cien veces, otras cien veces debe regresar a ellas. Mantenla alargándolas. Es decir, dí: «A-l-l-aaaaaaaaaaaa-h» y no «Allah, Allah»; y abandona lo que no te concierne, puesto que si dejas lo que no te concierne, con una pequeña obra te bastará.

Si alguien realiza la invocación como hemos descrito y cumple con sus requisitos, Dios retirará el velo que lo separa de Él en tres semanas o menos. Si alguien realiza la invocación como hemos descrito más de siete semanas y Dios todavía no le retira el velo que lo separa de Él, entonces es que no cuenta con una intención, sinceridad, resolución ni certezas suficientes. ¡Y Dios sabe más! Si guardase una buena opinión de Dios, una intención firme y los demás atributos del corazón -y el peso de una brizna de las acciones del corazón es mejor que montañas de las acciones de los miembros- el velo le sería retirado, las puertas abiertas y sería sumergido en el favor del Generoso, del Sustentador. ¡Glorificado sea! ¡No hay divinidad sino Él!

El objetivo de visualizar las letras del Nombre Supremo y realizarlo como hemos descrito es aislar al alma de la distracción con el mundo sensible y con lo que escapa a la percepción. El mundo sensible es el opuesto al de los significados: son dos opuestos que no se pueden encontrar. Tan pronto como el que recuerda se separa de su distracción, le llegan significados desde lo oculto que desconocía. Le distraerán de la visualización tal y como la inmersión en el mundo sensible le distraía antes. Si los abandona y regresa a la visualización rápidamente, los significados se abalanzarán sobre él cada vez más fuertes, hasta llevarle a la presencia de su Señor, glorificado sea, por el camino más corto. Allí encontrará secretos y bendiciones que «ningún ojo ha visto, ni escuchado oído y que nunca se han mostrado al corazón del hombre». ¡Dios es garante de lo que decimos! Este camino sólo lo recorren los perspicaces, que evitan así tener que recorrer toda la vía entera. ¡Dios es garante de lo que decimos!

salam 

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La cuestión del recuerdo (dhikr) es amplísima. Podéis consultar a este respecto, si os parece bien, las interpretaciones que dan los comentaristas a Su Palabra: «¡Oh los que creéis, practicad con ahínco el Recuerdo (dikr)!» (33:41) Veréis hasta qué punto este tema es vasto.

En cuanto a la invocación del Nombre Singular (al-ism al-mufrad), consideramos que hay que practicarlo con tranquilidad y dignidad, con un sentimiento de veneración y glorificación, en estado de pureza ritual, con reverencia y consideración, buscando únicamente el apoyo en Dios. No hay que practicarlo con prisas, diciendo “Allâh, Allâh, Allâh” sin detenerse en cada palabra, sino al contrario, alargar cada una de ellas: “A-l-l-ââââââ-h”, hasta el final. 

Es indispensable que aparezcan claras las cinco letras del Nombre, concentrándose en todo momento en su visualización con el ojo del corazón. Sus letras son el alif (ا), las dos lâms (لل), el alif de alargamiento (آ) y la hâ (ه). No se trata de escribirlas sobre un soporte: cada vez que esta visualización se desvanece, hay que reconstruirla inmediatamente, mil veces si fuera necesario. Así el invocador alcanzará una importante apertura espiritual en poco tiempo. Con tres semanas bastan para llegar a ello; algunos dicen una semana, otros que tan solo una noche, algunos incluso menos. ¡No es nada difícil para Dios si se procede de la manera indicada! Ya hemos dicho en otras partes que cuando se practica el recuerdo de Dios siempre desciende la serenidad. El que quiera comprobarlo de primera mano y ver su realidad, no tiene más que perseverar en esta invocación de Dios, sereno y recogido, con reverencia y glorificación, en un estado de pureza ritual, asombrado y honrado, apoyándose únicamente en Dios.

El caminante en la vía debe mantenerse, en todos sus actos, en esta noble condición de la que tratamos. ¡Este es nuestro parecer, que es uno de los más eminentes posibles!

salam

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