La charla espiritual (mudhakara) de las cartas de mulay al-Darqawi

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El intercambio espiritual (mudhâkara) es extremadamente importante a los ojos del Pueblo. Solo el que ignora su valor puede creerse dispensado de él. Sîdî l-‘Arabî Ibn ‘Abdallâh, el maestro de nuestro maestro, decía: “La gente encuentra su ebriedad en la danza (hadra). Nosotros la encontramos en la conversación (hadra). Igualmente el pueblo ha dicho: “Dos que conversan obtienen mucho más que toda la erudición que hayan podido adquirir por ellos mismos”.

Por tanto no nos gusta que nuestros hermanos se callen durante la mudhâkara. Muy al contrario, desaprobamos con fuerza este comportamiento, pues el silencio en este preciso momento es inútil, e incluso mata el germen de la mudhakara. En efecto, algunas intuiciones (ma’ânî) son captadas gracias al hecho de hablar, hasta conducir al que las recibe a la Presencia Señorial. Es algo conocido que la gallina no incuba hasta que la granjera no le trae un huevo. Ocurre lo mismo con los maestros de la vía: no reciben las ciencias que dan como limosna a sus discípulos más que si estos buscan y hurgan en las profundidades. La pregunta llama a la respuesta, esta lleva a una nueva pregunta y así sucesivamente hasta alcanzar a Dios.

Nos encontrábamos un día en Fés al-Bâlî. Cuando llegó el momento de la mudhâkara, algunos de nuestros hermanos permanecían callados. Entonces les dije: “¡Habladnos o dejadnos!”

A nuestro maestro no le gustaba que los fuqara se callasen en el momento de la mudhâkara. Encontraba esto tan desagradable y malo que se podía apreciar en su cara. Recitó entonces la Palabra de Dios: «La palabra se confirmará contra ellos, a causa de su injusticia, sin que ellos digan nada.» (27:85) Decía que solo se calla en el momento de la mudhâkara aquel cuyo corazón es semejante a una casa oscura llena de cucarachas. Los que no tienen cucarachas en el corazón no se callan, sino que hablan. Sacan lo que está escondido en ellos y lo ponen en el centro del círculo, ya sea bueno o malo. En cuanto a quien cree que esto ya lo ha superado y esconde sus aspectos malos, teniendo vergüenza de hacer partícipes a los demás, no podrá curar su enfermedad; se engaña a sí mismo mientras la medicina está allí.

¡Que Dios, en Su generosidad, cure toda enfermedad, por la gloria de Profeta bien amado, que la gracia y la paz estén con él, su familia y sus Compañeros!

salam

Sobre el recuerdo mutuo y el trato con el alma, de las cartas de Mulay al-Darqawi

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Debéis saber que lo que amo es que os prodiguéis el recuerdo muto (tatadhakkaru) con aquello que mata las almas y vivifica los corazones, como hacía antes la gente de la vía. Y que evitéis las maquinaciones de las almas, pues interrumpen la ayuda divina (madda). Quien quiera evitar esta interrupción de la ayuda divina, que no enorgullezca su alma, sino que más bien que la humille, que le reste, que rechace [sus sugerencias] y la haga caminar hacia lo que no le gusta -tomándola por la nariz [como a un camello]-.

Así se comportan los sinceros con ella, llevándola a lo que no le gusta, le resulta pesado y penoso, hasta que lo que le gusta o ame ya le den igual. No ocultan su fealdad, es decir, sus faltas y maquinaciones, ni se complacen con ella nunca más.

El estado de desprendimiento en el que os encontráis sólo es adecuado para el gran interior, es decir, el gran corazón. Si no es así, permanecer en las ocupaciones en las que estaba es mejor y más loable. Estamos realmente seguros de que, según la Ley del Pueblo, nuestra necesidad es mayor que nuestra fama, y nuestra fama hoy en día nos supera con creces. Que Dios nos sane.

Quien quiera seguir teniendo la ayuda divina, que no hable de su arte con nadie. Que sólo hable de él con la gente de este arte.

salam

Los principios de la vía, según sidi Adda Bentounes

bismillah

Dijo sidi Adda Bentounes, que Dios tenga misericordia de él: «Los principios básicos de la vía son cuatro: el recuerdo de Dios (dhikr), la enseñanza espiritual (mudhakara), la danza espiritual (al-‘imara) y el viaje espiritual (siyaha).

Y también dijo: «La corrupción de faquir se produce por uno de estos tres: la impiedad con los padres, la ausencia de Dios como objetivo en la vía o el tratar mal a los hermanos de la vía (fuqará)»

Del Mawadd al-Gayziya: basarse sólo en las palabras

De «El fruto de las palabras inspiradas», traducción del Mawadd al-Gayziya del shayj al-Alawi, ed. Almuzara, Córdoba, 2006

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«No imitéis lo que se aprende de oídas (muhdhākā ) sin profundizar y consolidar los estados, porque se volverá contra vosotros»

Evitad –vosotros que dirigís vuestros pasos hacia la Realidad– hablar sobre la vía, imitar lo que habéis oído y dejaros llevar por el gusto de la conversación espiritual (mudakara *) sin realizar previamente la estación correspondiente y consolidar los estados espirituales, porque en ello hay un obstáculo para la realización auténtica. Quien aprende la mudākara y se desinteresa por alcanzar el estado (wussūl ) es un iluso. La vía de la comunidad elegida está basada en la estación (maqām ) y no en la especulación (kalām ).

Antes de mi consolidación en la estación del conocimiento le pregunté a uno de nuestros hermanos –que Dios le recompense– sobre una enseñanza espiritual (mudākara) de la que había oído hablar y quería saber más. Me contestó: «Ocúpate del recuerdo de Dios y sabrás de que se trata, pues nuestra vía no es cuestión de palabras.»

En cierta ocasión nuestro maestro Muhammad al-Buzīdī me contó que su hermano espiritual Muhammad al-Hibrī[280] –Dios esté satisfecho de ambos– le preguntó, mientras estaba inmerso en el recuerdo (dirk) del Nombre Supremo, sobre la estación de la singularidad (fardāniyya )[281]. Él le contestó: «La singularidad la conocerás en el momento que te sobrevenga.»

Es un buen consejo (nasīha ) no exponer al principiante cuestiones que pertenecen a las etapas finales cuando aún le están veladas, para que la adquisición de ese conocimiento teórico no le haga prescindir del gusto por la experiencia propia y se convierta en un obstáculo para seguir adelante. Esto es común hoy en día, donde la vía de la gente de Dios se aprende en los libros.

Un amigo nuestro me contó que le había pedido a un šayj que le guiase en la vía y le explicase lo que significaba la extinción y la permanencia (al-fanā wa-l-baqā), para la gente de la vía. «Le diré a fulano que te dedique algo de tiempo y te explique de qué se trata», le contestó. Este murīd se contentó con lo que el šayj le dijo. Al contármelo le comenté: «¡Hermano!, el fanā y el baqā han de producirse en ti, no escucharlos con tus oídos.» Esto es lo que ocurre cuando uno aprende las enseñanzas espirituales sin tratar de realizarlas.
Así lo expresé en unos versos:

¿De qué sirven el parloteo y los elogios,
De qué la afectación, para lograr la grandeza?
¿De qué sirve al enfermo lo que no le cura
Y al exiliado lo que no sea ver a los suyos?
De las palabras sólo sacarás palabras.
El panal de avispas no produce miel alguna.
¡Qué lástima de esfuerzo en balde
Llevar encima ese desvarío!
¡Qué estupidez desaprovechar la vida
Tratando de atrapar las estrellas con la mano!
¿Por qué no te preocupas de lo tuyo
Y hablas de lo que ya conoces?
Si actúas según lo que sabes, heredarás lo que no sabes,
Como dice el señor de los Profetas Enviados.
“Entra a las casas de Dios por sus puertas”
Y no desmientas lo que te resulta inalcanzable.[282]

Quien aprende la ciencia de los elegidos por medio de los libros es como quien
quiere hacer la Peregrinación a la Casa de Dios y le dicen que con leerse lo que
dice fulano sobre los ritos de peregrinación le basta. ¿Acaso las palabras pueden
sustituir a los actos? Cuidado, ¡oh murīd! , no sustituyas la palabra por el estado
sin antes haberlo alcanzado, porque se te escapará debido a ese conocimiento que
tienes para expresarlo.

279 Referencia a Corán 53:27.

280 Ambos pertenecían a la tarīqa Darqawiyya. El segundo dio lugar a una rama bastante extendida en Argelia.
281 Se trata de la estación de los solitarios (afrād) que están en lo más alto de la jerarquía iniciática del sufismo. Véase Guenon, R. Iniciación y realización espiritual, apendice I, Goldziher, I., EI2, I, p. 94b y M. Chodkiewicz, Les sceau des saints / The Seal of the Saints, especialmente p. 104 y siguientes.

282 Šayj al-‛Alāwī, Diwān, A yā ayyuhā al-‛ušāq.

Una mudhakara casera: sobre el maravillamiento

bismillah

El otro día recibí la agradable visita de un hermano en casa. Mientras estábamos sentados en la cocina, delante de un café, y tratando asuntos más mundanos, surgió una interesante mudhakara, de esas que me ponen el bello de punta y hacen perder momentáneamente la orientación en el tiempo y el espacio.

Comentaba el hermano como, al llegar a España desde Senegal, todo le parecía sorprendente: los acantilados de la costa donde llegó, las montañas, las nubes,… La felicidad que le había producido su primer sueldo, aunque fuese mísero. Lo limpio que le parecía todo. Cómo le había sorprendido el autobús en el que le subieron, o lo increíble que le pareció la estación de autobuses la primera vez que estuvo, la sensación de excitación que le produjo. El estado de maravilla y perplejidad son estados poderosos para el alma humana. Nos traspasan, llegan al fondo de nuestro ser. Pero también hablamos de lo rápido que nuestra alma se acostumbra a ello: como lo que antes nos causaba perplejidad, a base de repetirse, pasaba a considerarse normal.

Y en ese momento apareció ese leve destello, el de entender algo de lo que se esconde bajo ello. Es el hábito (‘adda), el que una y otra vez se repita lo mismo, lo que hace que perdamos esa capacidad de maravillarnos y quedar perplejos. La realidad está ahí; nunca ha dejado de estarlo. Por eso nos resulta tan atractivos los milagros, la ruptura de lo habitual, porque de repente hay algo nuevo. Aunque seguramente siempre ha estado, pero nos habíamos acostumbrado. Está, no está lejos, «Nos estamos más próximos que vosotros, pero no lo percibís».

En eso consiste la vía: el recuerdo, la ruptura de los hábitos del alma, la atención, la meditación, la oración, el ayuno, el silencio, la mudhakara, la suhba, el pulimento con las almas de los hermanos, con los extraños, con el mundo, la necesidad,… todo para que algo se rompa, se suelte, nos deje caer y nos sorprenda. Para que veamos con otros ojos lo que ahora vemos, y sepamos que Él siempre era.

El recuerdo mutuo (mudhakara, sohbat,…)

bismillah

En estas semanas, al releer algunos de los comentarios del shayj al-Alawi a las hikam de Abu Madyan sobre la evitación de las malas compañías y la compañía del maestro, los sabios y los fuqara, donde menciona varias veces la cuestión de la mudhakara, ha surgido en mi la necesidad de escribir algo al respecto. Es un tema que en muchas ocasiones, cuando uno es nuevo en esto llama la atención y que ha suscitado más de una pregunta, por lo que parece que no es baladí dedicarle algo de tiempo.

La mudhakara, hasta donde sé, está presente en la mayoría de las vías (turuq), pues es un elemento esencial dentro de la disciplina y educación de los aspirantes. Así unos lo han llamado mudhakara, otros sohbat y otros dars. Mudhakara viene de la misma raíz que dhikr, recuerdo, pero tiene un sentido doblemente reflexivo: es cuando la acción del verbo se hace mutua. Técnicamente es cuando dos personas se encuentran para recordarse mutuamente a Dios. El sentido de sohbat (o mejor transcrito, suhba), es la de compañía por Dios, y aunque su sentido tiene también el de acompañarse, muchas veces simplemente designa la charla o lección magistral.

Además de que pueda haber pequeños matices que las diferencien, en ambas hay un elemento de compañía y encuentro y una palabra que sirve de recuerdo. No son simplemente encontrarse para estar juntos. Son encontrarse para producir un recuerdo de Dios. Así dijo el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él: » La reunión en la que no se recuerda a Dios, es una reunión estéril», y Dios ha dicho en boca de su Profeta: «Quien me recuerda en grupo Yo le recuerdo en un grupo aún mejor». Lo cual no significa que tenga solo que ser reunirse para hacer dhikr. El significado es mucho más amplio. Es, siguiendo el sentido de otro hadiz, que se produzca, con esa visita, un recuerdo de Dios.

Mientras que en el resto de encuentros y conversaciones en el que nos vemos inmersos en el día a día impone un velo, el encuentro con quien nos acompaña en la vía nos debe hacer acercarnos a Dios. Así, el maestro Ibn Ata Allah, ha dicho en una de sus hikam: «No trates con quien no eleva tu estado y sus palabras no te dirigen a Dios».

El que desea a Dios y sigue la vía, sobre todo cuando su certeza no se ha fortalecido, debe evitar el vaniloquio, la distracción,… si es de verdad de los que aspiran a Dios. En cambio, debe fomentar el encuentro con quien le llama a Dios y mejora sus estados, porque si hace lo contrario, inevitablemente comenzará su declive. La compañía de quienes le producen un recuerdo de Dios debe convertirse en la dicha de esta vida -«No hay cosa más dulce en esta vida que el trato con los fuqara…» cantaba Abu Madyan-. Por eso, entre los maestros, siempre han animado a fortalecer este recuerdo. «Nuestro camino está en la compañía, y el bien que se deriva de la comunidad» dijo Shah Naqshband, que Dios santifique su secreto. Y en una de sus cartas, mulay al-Darqawy comentaba: «Mientras que otros buscan el estado espiritual en la danza estática (jadra), nosotros lo buscamos en la charla (hadra)». Y en otra llama la atención a que, aunque puede que los temas de sus mudhakaras sean repetitivos, y hasta machacón, lo importante es lo que va con sus palabras de influencias espirituales y el alimento especial que puede tiene para determinados corazones.

Una vez, en una reunión, un discípulo trajo los vasos del te que no dejaban de tintinear al chocar unos con otros. El shayj lo miró y el discípulo, al ver la cara del shayj, contestó: «Es que los he intentado controlar, pero son como las almas de los fuqara, que no dejan de moverse y chocar unas con otras». Ante esto el maestro contestó: «¡Me has superado en mudhakara!».

Porque la mudhakara no es simplemente una lección, o un discurso que alguien se echa. Es el producto de un estado interior, de una atención a un toque espiritual, que permite expresar una lección adecuada al momento y al estado del interlocutor. Tal expresión de la verdad puede surgir ante una pregunta, o ante un suceso, o incluso ese recuerdo puede venir ante una alusión que, para quien está atento, puede cobrar un significado totalmente diferente del que aparentemente tenía. Potencialmente, para quien se fortalece en la mudhakara, de forma que está totalmente atento a la presencia divina, cualquier hecho se convierte en un recuerdo. O por decirlo de otra forma, todo deviene un motivo de inspiración divina, porque escucha a Dios «a través de una inspiración, o a través de un ángel o tras un velo».

Pero el aspecto que estos días me atraía la atención era el de la charla que mencionaba mulay al-Darqawi, Dios esté complacido con él. Es la charla que surge en el encuentro, por el cual, quien es fuerte en su estado, irradia a los demás ese recuerdo con sus palabras. Es verdad que no todo el mundo puede hacerlo, y a veces, cuando no hay la suficiente sintonía, o no se es lo suficientemente maduro, el silencio es mejor para el murid, como es mi caso.

Pero eso no quita que se deba aspirar a tenerlo, a tener un grado de concentración en Dios suficiente para haya una palabra adecuada que sople y avive el fuego del recuerdo. Así la mudhakara se consigue a través del dhikr, porque el recuerdo de Dios produce la concentración en Él, y transforma lo que nos rodea, de manera que todo nos recuerda a Él. Como Maynun, que por estar locamente enamorado de Layla, hasta las piedras y lo muros le recordaban a su amada. Y también las palabras que provienen de un estado tal producen el recuerdo. Como dijo Abu Madyan: «Solo lo que sale del corazón puede afectar a los corazones».

Quiera Dios fortalecernos en Su recuerdo y en el recuerdo mutuo con los hermanos.
La paz y las bendiciones sean sobre Muhammad, su familia y sus compañeros.
salam
Nuruddin