bismillah
En estas semanas, al releer algunos de los comentarios del shayj al-Alawi a las hikam de Abu Madyan sobre la evitación de las malas compañías y la compañía del maestro, los sabios y los fuqara, donde menciona varias veces la cuestión de la mudhakara, ha surgido en mi la necesidad de escribir algo al respecto. Es un tema que en muchas ocasiones, cuando uno es nuevo en esto llama la atención y que ha suscitado más de una pregunta, por lo que parece que no es baladí dedicarle algo de tiempo.
La mudhakara, hasta donde sé, está presente en la mayoría de las vías (turuq), pues es un elemento esencial dentro de la disciplina y educación de los aspirantes. Así unos lo han llamado mudhakara, otros sohbat y otros dars. Mudhakara viene de la misma raíz que dhikr, recuerdo, pero tiene un sentido doblemente reflexivo: es cuando la acción del verbo se hace mutua. Técnicamente es cuando dos personas se encuentran para recordarse mutuamente a Dios. El sentido de sohbat (o mejor transcrito, suhba), es la de compañía por Dios, y aunque su sentido tiene también el de acompañarse, muchas veces simplemente designa la charla o lección magistral.
Además de que pueda haber pequeños matices que las diferencien, en ambas hay un elemento de compañía y encuentro y una palabra que sirve de recuerdo. No son simplemente encontrarse para estar juntos. Son encontrarse para producir un recuerdo de Dios. Así dijo el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él: » La reunión en la que no se recuerda a Dios, es una reunión estéril», y Dios ha dicho en boca de su Profeta: «Quien me recuerda en grupo Yo le recuerdo en un grupo aún mejor». Lo cual no significa que tenga solo que ser reunirse para hacer dhikr. El significado es mucho más amplio. Es, siguiendo el sentido de otro hadiz, que se produzca, con esa visita, un recuerdo de Dios.
Mientras que en el resto de encuentros y conversaciones en el que nos vemos inmersos en el día a día impone un velo, el encuentro con quien nos acompaña en la vía nos debe hacer acercarnos a Dios. Así, el maestro Ibn Ata Allah, ha dicho en una de sus hikam: «No trates con quien no eleva tu estado y sus palabras no te dirigen a Dios».
El que desea a Dios y sigue la vía, sobre todo cuando su certeza no se ha fortalecido, debe evitar el vaniloquio, la distracción,… si es de verdad de los que aspiran a Dios. En cambio, debe fomentar el encuentro con quien le llama a Dios y mejora sus estados, porque si hace lo contrario, inevitablemente comenzará su declive. La compañía de quienes le producen un recuerdo de Dios debe convertirse en la dicha de esta vida -«No hay cosa más dulce en esta vida que el trato con los fuqara…» cantaba Abu Madyan-. Por eso, entre los maestros, siempre han animado a fortalecer este recuerdo. «Nuestro camino está en la compañía, y el bien que se deriva de la comunidad» dijo Shah Naqshband, que Dios santifique su secreto. Y en una de sus cartas, mulay al-Darqawy comentaba: «Mientras que otros buscan el estado espiritual en la danza estática (jadra), nosotros lo buscamos en la charla (hadra)». Y en otra llama la atención a que, aunque puede que los temas de sus mudhakaras sean repetitivos, y hasta machacón, lo importante es lo que va con sus palabras de influencias espirituales y el alimento especial que puede tiene para determinados corazones.
Una vez, en una reunión, un discípulo trajo los vasos del te que no dejaban de tintinear al chocar unos con otros. El shayj lo miró y el discípulo, al ver la cara del shayj, contestó: «Es que los he intentado controlar, pero son como las almas de los fuqara, que no dejan de moverse y chocar unas con otras». Ante esto el maestro contestó: «¡Me has superado en mudhakara!».
Porque la mudhakara no es simplemente una lección, o un discurso que alguien se echa. Es el producto de un estado interior, de una atención a un toque espiritual, que permite expresar una lección adecuada al momento y al estado del interlocutor. Tal expresión de la verdad puede surgir ante una pregunta, o ante un suceso, o incluso ese recuerdo puede venir ante una alusión que, para quien está atento, puede cobrar un significado totalmente diferente del que aparentemente tenía. Potencialmente, para quien se fortalece en la mudhakara, de forma que está totalmente atento a la presencia divina, cualquier hecho se convierte en un recuerdo. O por decirlo de otra forma, todo deviene un motivo de inspiración divina, porque escucha a Dios «a través de una inspiración, o a través de un ángel o tras un velo».
Pero el aspecto que estos días me atraía la atención era el de la charla que mencionaba mulay al-Darqawi, Dios esté complacido con él. Es la charla que surge en el encuentro, por el cual, quien es fuerte en su estado, irradia a los demás ese recuerdo con sus palabras. Es verdad que no todo el mundo puede hacerlo, y a veces, cuando no hay la suficiente sintonía, o no se es lo suficientemente maduro, el silencio es mejor para el murid, como es mi caso.
Pero eso no quita que se deba aspirar a tenerlo, a tener un grado de concentración en Dios suficiente para haya una palabra adecuada que sople y avive el fuego del recuerdo. Así la mudhakara se consigue a través del dhikr, porque el recuerdo de Dios produce la concentración en Él, y transforma lo que nos rodea, de manera que todo nos recuerda a Él. Como Maynun, que por estar locamente enamorado de Layla, hasta las piedras y lo muros le recordaban a su amada. Y también las palabras que provienen de un estado tal producen el recuerdo. Como dijo Abu Madyan: «Solo lo que sale del corazón puede afectar a los corazones».
Quiera Dios fortalecernos en Su recuerdo y en el recuerdo mutuo con los hermanos.
La paz y las bendiciones sean sobre Muhammad, su familia y sus compañeros.
salam
Nuruddin