bismillah.
Dentro de la Correspondencia espiritual de Mulay al-Darqawi, hay algunas cartas que son auténticos compendios de la vía y el sufismo. Cuando hace poco puse aquí unas palabras de sidi Ali al-Yamal, me recordaron que tales palabras son citadas en una de las cartas.
La cito aquí, porque aunque larga es harto provechosa.
salam
Nuruddin
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Presta atención, oh sîdî Ahmad Aka’rîr Al-Zayyâtî, en lo referente a la búsqueda de la ciencia exterior y pon en guardia también al eminente sabio, el noble sîdî Ahmad Ibn ‘Ayîba al-Manjarí. El eminente Abû Hafs Sîdî ‘Umar Ibn al-Fârid dijo en su Tâ’iyya:
No seas de aquellos a quienes su corazón ha hecho débiles de espíritu,
Quitándoles su inteligencia y dejando lugar a la inconsciencia.
Pues una ciencia sutil se encuentra más allá de los propósitos transmitidos,
Que escapa al control de las inteligencias más sanas (lúcidas).
De mí la recibo, de mí la tomo,
Y mi misma alma, me provee abundantemente.
El Shayj al-Maÿdhûb ha dicho:
La ciencia de los libros, para nosotros, contiene el placer de las palabras como fin,
Pero la ciencia del gusto enraíza en nosotros de forma mucho más firme.
El Shayj al-Shâdhilî dijo: “El que no se apresura en adquirir nuestra ciencia, muere perseverando en los grandes pecados sin ni siquiera darse cuenta”. El Shayj Sîdî Ibrâhîm Ibn Adham dijo: “Si conociera una ciencia más noble que ésta bajo la bóveda celeste, me apresuraría a conseguirla”.
El Shayj sîdî l-Mursî dijo:
Si encuentras a alguien que ha recibido las ciencias,
Y que se le han abierto los tesoros de la comprensión,
No discutas con él sobre escritos como única referencia,
Y no polemices con él, enmudecido por amarga envidia,
Porque el conocimiento del Señor
Y la ciencia adquirida es muy superior.
Le fue dicho al Shayj Abû-l-Hasan sîdî ‘Alî Ibn Maymûn al comienzo de su andadura: “Tira tu libro y cava en la tierra de tu alma para que brote una fuente. Si no, vete”. Nuestro eminente maestro, Abû-l-Hasan sîdî ‘Alî-l-Yamal decía a este respecto: “Los libros reposan en nuestros corazones, pero son estos los que les hacen vivir, desde el origen de este mundo hasta su fin. Y es así, porque los corazones representan la fuente”.
Cuando el Shayj al-Shâdhilî se encontró con su maestro el Pôlo mulay ‘Abd al-Salâm Ibn Mashîsh, dijo: “¡Oh Dios mío! Yo hago la gran ablución para desembarazarme de mi ciencia y de mis actos, con el fin de no tener ni ciencia ni actos, salvo lo que me llegue de este maestro (es decir del noble Ibn Mashîsh)”. Después hizo la gran ablución en la fuente bien conocida de la aldea de al-Hisn, que se encuentra en las proximidades de la tumba del Maestro, debajo de la montaña, en la dirección de la Meca. Esta renuncia vino a ser una tradición para los que vinieron después, pues no se puede alcanzar la ciencia de la Realidad espiritual sino de esta manera.
He aquí el porqué de haber citado las palabras de los maestros de la vía que yo conocía respecto a esta cuestión. Mulay ‘Abd al-Qâdir al-Yîlânî dice en su ‘Ayniyya:
Si el destino te es favorable o el decreto te lleva a encontrar
Un Maestro virtuoso y que vive en la Realidad,
Procura su aceptación y confórmate a su voluntad,
Abandona todo lo que hacías en el pasado.
Sé con él, como el muerto que se ha confiado a las manos del lavador.
Este manipula un cuerpo que no podría resistirse a él.
No le objetes nada respecto a sus asuntos privados,
En asuntos que ignoras, objetarle sería entrar en conflicto.
Acepta de su parte todo lo que veas, a pesar
De las apariencias contrarias a la Ley, pues te arriesgarías a extraviarte.
La historia del noble Jidr, puede recordarse a este respecto;
El mató a un joven, mientras Moisés quería disuadirle.…
La ciencia de las gentes es semejante: ella contiene cantidad de maravillas.
Presta atención, sîdî Ahmad, de no interpretar nuestro propósito como una incitación a desestimar el cumplimiento de la ciencia del exterior a cambio del amor de las gentes del interior. ¡No, por Dios, no es así! Lo que mantengo no es que haya otra vía hacia la Realidad espiritual por la que se pueda sortear la puerta de la Ley; el camino hacia la libertad pasa necesariamente bajo el porche de la servidumbre. Si he sido llevado a citar las palabras de los maestros de la vía sobre este tema es porque veo a la mayor parte de juristas mantienen una pésima opinión al respecto de la gente de la vía, es decir, de los detentores de la ciencia del interior, suposiciones peores que las que tienen respecto a los mismos pecadores. ¡Que Dios sea benevolente con ellos! No critican con tanto celo a los transgresores como ponen en desaprobar a la gente de la vía y pretenden tener razón de concentrarse en la ciencia exterior. Hacen como si Dios, independientemente de esta ciencia sin la que no se puede cumplir los deberes religiosos, no les hubiera ordenado oponerse a sus pasiones. Así dan muestra de su gran ignorancia y cometen una falta evidente, ¡que Dios nos preserve! Pensamos que deben arrepentirse de esta disposición, resueltamente y sin tardanza, porque si no irán a su perdición y arrastrarán con ellos a los ignorantes que les siguen. Están a punto de cerrarse la puerta del arrepentimiento ante sus propias narices y ante todos aquellos que les toman por guías, siendo que ella está abierta y no dejará de estarlo hasta que el Sol se eleve por occidente, como Él lo ha dicho: «El día que vendrá un Signo de tu Señor» (6:158). El signo en cuestión era la salida del Sol por occidente. ¡Es extraordinario hasta qué punto han podido alarmar a la gente y alejarles! ¡Cuántos obstáculos han puesto sobre su paso, haciendo el camino (maslak) estrecho y poniéndolos en peligro!
A pesar de esto, la gente sincera continuará siempre arrepintiéndose, caminando y llegando, porque la verdadera puerta es la de la generosidad, ¡oh tú que no sabes diferenciar lo bien fundado del error! ¡Es increíble! Aquel que ha alcanzado al Bien Amado no alarma a la gente ni les hace la vida difícil, a pesar de su proximidad a Dios, mientras que quien está separado les asusta y les complica la vida, a pesar de su alejamiento de Él.
Nuestro maestro nos decía siempre: “No hacemos más que beneficiarnos de la Gracia de Dios y de los beneficios de nuestros señores los sabios del exterior. Son los estandartes del Profeta. Si nos sumergidos en el océano de la Realidad espiritual, podremos mirar los estandartes del Profeta, mantenidos por nuestros señores la gente de la ciencia exterior. Así nos volvemos a esta ciencia y evitamos el naufragio”. Nos repetía también continuamente estas palabras de los maestros perfectos, que reúnen la ciencia de la Realidad espiritual y la de la Ley revelada: “Quien aplique la Ley revelada sin buscar al mismo tiempo la Realidad espiritual se ha desviado; quien busque la Realidad espiritual sin aplicar la Ley revelada es un hereje; solo quien reúne las dos realiza la verdad”. También nos repetía otra de sus palabras: “Algunos están velados de la Realidad espiritual por la Ley revelada; otros están velados de la Ley revelada por la Realidad espiritual; para otros finalmente, la Ley revelada es una puerta (bâb) y la Realidad espiritual un retorno (iyâb): «Estos son los partidarios de Dios ¡Los partidarios de Dios: esos son los vencedores» (58:22)!”
Sîdî Ahmad, el maestro de la vía que me inició es nuestro maestro Abû l-Hasan sîdî ‘Alî l-Yamal. Él fue iniciado por un jerife muy anciano que venía de Oriente, de bella presencia, de estado impecable, dotado de fuerza espiritual y de noble carácter cuyo nombre era ‘Abdallâh. Le encontró en Tetuán en una casa donde estaba con otras personas: no salía, nadie le visitaba y nadie le conocía. Sîdî ‘Alî me dijo: “No he visto jamás nobleza tan grande como la suya pues estaba investido del Nombre de Dios al-Karîm”. Sîdî ‘Alî me contó también lo siguiente: “Fue la bendición de la visita de Mulay ‘Abd l-Salâm Ibn Mashîsh la causa de mi encuentro con él”. Me dijo también que permaneció con él durante dos años en Tetuán. Sîdî ‘Alî fue igualmente educado por sîdî l-‘Arabî Ibn ‘Abdallâh al-Fâsî del barrio de Majfiyya. De hecho, ya le conocía antes de encontrar al jerife del que se trata, pero no había obtenido nada espiritualmente hablando, pues sîdî l-‘Arabî estaba investido en esa época del Nombre de Dios «El que retiene» (al-Mâni). Por eso continuó su búsqueda espiritual hasta encontrar lo que buscaba junto a este jerife. Dios le dio la iluminación espiritual (fath) bajo su dirección y después de su muerte, volvió iluminado a Féz.
Fue entonces cuando frecuentó a sîdî l-‘Arabî Ibn ‘Abdallâh durante seis años, descubriendo en él tantos secretos que parecían innumerables. Cada vez que hablaba de él, lloraba. Sîdî l-‘Arabî Ibn ‘Abdallâh vivió hasta muy viejo; era alguien anónimo que nadie conocía y en el que nadie veía gracia alguna en particular, pues tenía tendencia a abandonarse totalmente y esto ahuyentaba a la gente. Era también muy silencioso.
El mismo fue iniciado por su padre Abû l-‘Abbâs sîdî Ahmad Ibn ‘Abdallâh, cuyo renombre se extendía a todo Marruecos. Este último fue iniciado por sîdî Qâsim al-Jassâsî, del que tenemos una recomendación a uno de sus hermanos en Dios. Dijo: “No te ocupes jamás de quien te daña, sino ocúpate de Dios, y Él le apartará de ti, pues es Dios mismo quien le dicta su conducta para probar tu sinceridad. Mucha gente se ha extraviado de esta manera, preocupándose de quienes les causaban problemas: el pecado se añadió así al daño. Si se hubieran vuelto hacia Dios, Él mismo habría apartado a los causantes de los problemas y habría solucionado su asunto”. Cuando murió, fue el Shayj Abû-l-‘Abbâs sîdî Ahmad al-Yamanî quien le sustituyó al frente de la hermandad. Se trata de un jerife qâdirî. Sîdî Ahmad Ibn ‘Abdallâh y su hijo sîdî l-‘Arabî Ibn ‘Abdallâh (el maestro de nuestro noble maestro), que era un hombre joven en esa época, obtuvieron mucho de él. Pero ya hemos mencionado anteriormente esa cadena iniciática.
Debes saber que oí decir a mi maestro a menudo: “Algunos han dicho que no había más de dos personas que dominasen este arte entre Túnez y la región del río Nûn; otros han dicho que ni siquiera había dos. La gente con pretensiones espirituales pululan, pero los que están puramente dedicados a Dios no son muchos. En el Libro de Dios se encuentra: ¡»Y ellos son poco numerosos» (58:13)!
Me dices, oh sîdî Ahmad Aka’rîr, que el sabio señorial, el noble Abû-l-‘Abbâs sîdî Ahmad Ibn ‘Ayîba, ha encontrado un grupo de “justos del interior” en Féz. Lo que dices me parece tan improbable como increible, pues yo mismo he vivido ahí y no he encontrado a nadie así, a parte de mi maestro. Hoy no queda sino gente con pretensiones espirituales, salvo algunos hermanos entre los que fueron sus compañeros. Es en verdad muy raro encontrar tales personas, como ha dicho nuestro maestro y como ha dicho igualmente el eminente maestro, sîdî Abû Madyan:
¿Cuándo los veré? ¿Y cómo podría verles con mis ojos?
¿Cuándo mi oído escuchará hablar de ellos?
Sin ninguna duda los santos de Dios viven en general en un estado de rebajamiento, mientras la gente solo se interesa en las distinciones. ¿Cómo podrían reconocerlos? Aparte de aquellos a los que Dios toma de la mano, el resto de la gente están verdaderamente alejados de ellos. Sîdî Ibn ‘Atâ’ Allâh dijo en sus aforismos: “Gloria a Aquel que no deja conocer a Sus santos más que a quien quiere guiar hacia Él, y actúa de suerte que solo los encuentre aquel que Él quiere atraer hacia Él».
Si se me preguntara: “¿Cómo has hecho para conocerles y beneficiarte con su compañía?”, respondería: “He mirado del lado del rebajamiento y no de las distinciones. Y he encontrado lo que buscaba. ¡Alabanza y gracias a Dios! La mayor parte de la gente no mira más que del lado de este mundo y de los que lo poseen. No se interesan ni por la indigencia ni por los indigentes. Algunos huyen cuando ven a un santo indigente que no posee nada en este mundo y no se aproximan a él diciéndose: “Si se tratase de un santo, sería rico y no pobre; su santidad no le reporta nada, ¿cómo podría por tanto ser útil a los demás?” No saben que el santo es quien no posee nada en este mundo y es rico por Dios y con Él le basta.
En cuanto a estas obras supererogatorias de las que me hablas, también las he practicado en mi juventud, pero la pereza y debilidad me han vencido. Pide a Dios que me dé Su Gracia. ¡Que Dios te recompense! Dicho esto, nuestro maestro nos habló de una obra que muy poca gente realiza y que, sin ella, no se podría garantizar la solidez de sus obras: consiste en realizar su propia condición (wasf). Como ha dicho Ibn ‘Atâ’ Allâh en sus palabras de sabiduría: “Agárrate a los atributos de Su Señoría y realiza (concretamente) los atributos de tu servidumbre”. Ellos (es decir el Pueblo) han dicho también: “Cuanto más profundamente te entierres a ti mismo, más se elevará tu corazón, cielo tras cielo”.
Oh sîdî Ahmad, uno de los juristas de Fez me dijo una vez lo mismo que tu. Le he dado varias respuestas, de las que te contaré aquí algunas, y no como réplica, sino por amor a ti. Un compañero dijo: “Hemos pasado dominando en la práctica todo tipo de obras y finalmente, no vemos nada más profundo, respecto a la vida del otro mundo, que la renuncia a este bajo mundo”.
Nosotros mismos hemos experimentado algo de esto, y ha sido por ello por lo que hemos flojeado, como tú mismo puedes constatar, respecto a esas prácticas que mencionas. También se puede decir que insistir en las obras interiores excluye hacerlo en las exteriores, pues el esfuerzo no se puede dirigir en dos direcciones a la vez, como hemos dicho a menudo y otros antes que nosotros. Oh sîdî Ahmad, también he dicho que sólo comprende la naturaleza de las obras supererogatorias el que las ha experimentado verdaderamente. Ellas alejan de las criaturas y aproximan a Dios, como se ha dicho:
¡Lo que detestáis en mí,
Es lo que desea mi corazón!
Pocos entre la gente de la vía, lo ponen en práctica. Solo lo hacen algunos santos poderosos, como Abû Hafs sîdî ‘Umar Ibn al-Fârid, quien dijo:
¡Ocúltate en las faldas de la pasión y el pudor, olvídalo!
Y deja hacer a los ascetas, sea cual sea la grandeza de su vía.
O como dijo sîdî ‘Alî al-Shushtarî:
Desnudo quiero marchar,
Es la mejor cosa posible,
Como Ghaylân de Mayy,
Lo hacía antes de mí.
Sîdî ‘Izz al-dîn Ibn ‘Abd al-Salâm decía: “¿Existe una vía diferente de la que hemos comprendido a partir del Libro y de la tradición?” Y negaba la realidad de la vía del pueblo (los sufíes), hasta que encontró al Shayj al-Shâdhilî y se benefició de su compañía. Y llegó a decir: “¡Por Dios! Los sufíes son los únicos que fundan su acción en los principios inquebrantables de la Ley” Y el imam al-Ghazâlî decía lo mismo antes de encontrar a su maestro, al-Bâzgânî.
Oh sîdî Ahmad, yo también he dicho que muchos son los santos que han recorrido la vía del interior sin que nadie, ilustre o humilde les haya podido apartar. Dios ha dicho en Su Libro: «Si lo rechazais, lo confiaremos a un pueblo que sí crea en ello» (6:89). El exterior y el interior son contrarios y los contrarios no se pueden unir, salvo en el caso del hombre que marchó sobre los pasos del Profeta, como nuestro señores, los Imames Abû Bakr al-Siddîq, ‘Umar Ibn al-Jattâb, ‘Uzmân Ibn ‘Affân, Alî Ibn Abî Tälib y sus dos hijos, Hasan y Husayn, o como los grandes santos Hasan al-Basrî, Dhû-l-Nûn al-Misrî, Ibrahim Ibn Adham, Sufyân al-Thawrî, Ma’rûf al-Karjî, Abû Yazîd al-Bistâmî y sus semejantes entre los maestros de Oriente y Occidente, y son numerosos como hemos dicho. Pero no los conoce sino quien ha alcanzado su estación o quien habiendo permanecido sobre sus huellas, las ha marcado gracias a esto. En cuanto a los demás, no pueden ser sino gente del exterior sin interior, o gente del interior sin exterior, o incluso gente sin exterior ni interior, pues son contrarios que no se pueden unir, salvo el caso de quien marcha sobre los pasos del Profeta como ya hemos dicho, y eso es extremadamente difícil. Se cuenta que uno de los ángeles glorifica a Dios permanentemente, con la siguiente invocación: “¡Gloria a Aquel que ha unido el hielo y el fuego!”
El eminente Abû-l-‘Abbâs sîdî Ahmad al-Yamanî se opuso, como nuestros maestros que estaban con él, entre los Fâsîs y los Banû ‘Abdallâh, contra la afirmación del Shayj Sîdî l-Hasan al-Yûsî: “Embellece el exterior con el esfuerzo ascético y restaura el interior con la contemplación”. Ellos le replicaron: “El esfuerzo no se puede hacer en dos direcciones a la vez. Cada vez que el exterior se fortalece mediante el esfuerzo ascético, el interior se debilita en la contemplación y recíprocamente”. Uno de nuestros señores ha dicho: “Cuando ves que alguien está pendiente del exterior, es porque su interior está en ruina”. Muy pocos son los que reúnen a la vez el exterior y el interior, o la Ley y la Realidad espiritual, o la ebriedad y la lucidez, o la distinción y la unión, etc. Hemos repetido esto a menudo, por lo que no hay necesidad de extenderse más sobre ello.
En cuanto a la interpretación de la visión que ha tenido el eminente sabio, el noble Abû-l-‘Abbâs Sîdî Ahmad Ibn ‘Ayîba al-Manjarî, se trata ciertamente de algo asombroso (‘ayîb) que va bien con su nombre Ibn ‘Ayîba. Regocíjate, oh sîdî Ahmad, por este don de tu Profeta en esta visión que has tenido de él en sueños. Esto te vendrá sin ningún esfuerzo por tu parte, como ha sido el caso de esta visión misma.
Nosotros también le hemos visto, antes de encontrarte, en Féz, en el momento en que los musulmanes tomaban al-Burayya, y fue el venerable, el noble, el jerife Abû ‘Abdallâh sîdî Muhammad Ibn ‘Abdallâh Ibn Ismâ’îl al Hasanî al-‘Alawî quien la libró. Era el año 1182. Quise entonces levantarme de mi cama para ir hacia él, pero me señaló con su noble mano, dos o tres veces, que permaneciera acostado. Cuando conocí a mi maestro, le comuniqué esta visión. Y esto fue lo que me dijo: “El Profeta te ha dado su protección”. Por Dios, esta protección se ha hecho real y he podido constatarla directamente. ¡Alabanzas y gracias a Dios! Justo después de haberle visto, tuve igualmente en ese momento una visión de nuestra señora Fâtima al-Zahrâ. Gracias a esta visión mi corazón rompió con sus hábitos y el conjunto de sus pasiones y jamás aceptó volver a ellas. Desde ese momento todo va de la mejor manera para nosotros. ¡Alabanzas y gracias a Dios! Este es el secreto de la verdadera visión.
Mi maestro estaba absorto por la visión del Profeta tanto en sueños como en vigilia. Creo muy probable, pero Dios es más sabio, que, desde este punto de vista, él era más fuerte incluso que sîdî al-Mursî. Durante muchos años, yo le vi efectivamente absorto en la visión del Profeta y en conversación con él. He visto también sus descripciones del Profeta en los “gustos” espirituales que dejó. Hay una gran diferencia entre sîdî al-Mursî y él, y cualquiera que quiera comprobarlo no tiene más que mirar lo que ha escrito sîdî Ibn ‘Atâ Allâh respecto de su maestro al-Mursî en sus Latâ’if al-minan y compararlo con lo que cuenta nuestro maestro en su libro: verá bien, si Dios quiere, que es el más fuerte en lo referente a la visión del Profeta. Dios «detenta la fuerza inquebrantable» (53:6). Él nos hará rendir cuentas si nuestras afirmaciones concernientes a la fuerza de nuestro maestro son producto del capricho de nuestro ego. Pero en realidad, si hemos afirmado su fuerza, es porque nuestro Señor mismo es quien le ha fortificado. Es porque la fuerza de nuestro Señor nos basta, y no al contrario, por lo que afirmamos esto de nuestro maestro. Si callásemos lo que sabemos sobre esto por temor de lo que dirían de nosotros –¿Para qué afirmar esto en lugar de remitirnos a la ciencia divina?–, entonces sería efectivamente así. Pero como no es el caso, decimos lo que sabemos sin ninguna duda. Después de esto, la gente bien puede decir lo que quiera: nosotros nos atenemos a la ciencia de nuestro Señor.
Lo que nos ha llevado también a dar testimonio de la fuerza de nuestro maestro es que la gente tiene tendencia actualmente a no ver las virtudes de sus contemporáneos, cuando incluso ellos han sido grandemente gratificados, reservando esto a las gentes del pasado. La mayor parte de la gente es así. ¡Que Dios nos preserve!
salam