Sobre la recitación, del kitab al-Mawaqif del Emir Abdul Qadir

El que habla y el que escucha

Mawqif 167

 

Dios, exaltado sea, ha dicho: “Cuando el Corán es recitado”, sea por ti mismo o cuando es otro el que lo recita para ti (lo cual explica la forma pasiva del verbo), “escúchalo y permanece en silencio; puede que así te alcance la misericordia,” (Cor. 7:204) siempre que lo escuches considerando que es la Voz de Dios; puesto que esta Palabra es la mismísima palabra de Dios y Él es el único que habla a través de ella; y bajo la condición de que, aquel que escucha, también sea Dios. En cada ser, sea consciente o no, Dios es el que habla y el que escucha. Cuando el Que recita y el Que escucha son uno, es igual que cuando uno se habla a sí mismo y se escucha a sí mismo.

Quien atiende al Corán de esta forma obedece sus prescripciones, evita lo que prohíbe, sigue sus admoniciones y presta atención a las sutiles alusiones que contiene. De este modo, la misericordia divina le será confirmada e intervendrá sin ninguna duda en su favor. De hecho, como han afirmado los eruditos, “puede”, cuando es Allah quien lo dice, expresa una consecuencia segura.

Quien escucha la recitación (del Corán) de cualquier otra forma no está incluido en tal promesa. La misericordia divina no le será asegurada. Si el recitador no es el mismo que escucha, puede ser que este último simplemente escuche la melodía, la modulación, la belleza de la voz del recitador sin comprender para nada el significado de lo que recita. E incluso, y es más importante, lo que hay más allá de tal significado. Y si quien escucha es también el recitador, puede que sea uno de aquellos a los que el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, describió como: “Hay recitadores del Corán a los que éste condena”. Dios condena a los injustos, a los pecadores y los mentirosos. Y este hombre es uno de ellos. Por lo tanto, quien busca obtener los tesoros que hay más allá debe romper las ataduras y alcanzar lo que hay más allá.

Curso: iniciación y profundización en el árabe coránico

bismillah

Desde http://www.al-madrasa.com se está ofertando un curso de iniciación y profundización en el árabe coránico. El curso va a ser impartido por Andrés Guijarro, Licenciado en filología árabe por la Universidad Complutense de Madrid, ha sido lector de la AECI en Palestina, profesor de árabe en la Universidad de Compostela y en centros privados, con una dilatada carrera de enseñanza del árabe. También es traductor. Ha publicado numerosas traducciones al español desde el árabe, inglés y francés. Aquí se pueden comprar algunas de las obras que ha traducido, En este blog ya habíamos publicado una entrada sobre una entrevista de radio que le realizaron sobre una de sus publicaciones.
 Andrés Guijarro
El curso está dirigido a quienes quieran ganar un acceso a los significados del texto coránico. Para ello, a través de un aula virtual interactiva se puede acceder a la clase en directo a una clase magistral una vez a la semana -y si no se puede en diferido, pero entonces ya no se puede interactuar-, y se reciben una serie de materiales sobre los que se trabaja.

Se ha dividido en niveles, cada uno con 4 semanas, que se pueden hacer de manera independiente. El primero será gratis. El resto serán al precio de 150 euros cada nivel.

Estos son los enlaces del curso

Espero que sea de vuestro interés…

La responsabilidad

(إِنَّا خَلَقْنَا ٱلْإِنسَـٰنَ مِن نُّطْفَةٍ أَمْشَاجٍ نَّبْتَلِيهِ فَجَعَلْنَـٰهُ سَمِيعًۢا بَصِيرًا ﴿٢

Hemos creado al ser humano de una gota mezclada, los sometemos a prueba, y le damos oído y vista…

Siendo tan poca cosa, creados de mezcla de tierra y agua, que es nuestro barro, somos probados con la libertad que supone el espíritu que nos es insuflado. Es la presencia de los Nombres, que hace que de ser algo «que no era mencionado», pasemos a tener nombre. «Hemos creado a Adán a Su imagen», o «la imagen del Misericordioso», afirma un hadiz del Profeta, la paz y las bendiciones sean con él. Porque ha insuflado el espíritu (ruh) en el ser humano, dándole vida, dándole la responsabilidad de elegir (taklif), dándole consciencia de lo que hace. Y una vez que la tiene, es probado con ello: ya no es un animal. Es un ser donde está contenida toda la existencia, desde lo más alto a lo más bajo. Y en ese momento tiene oído y vista. No solo la función perceptiva. Es un oído consciente, capaz de recibir la alocución divina, y visión, capaz de ver que las cosas son algo más que su simple apariencia.

¡Que poca cosa!

bismillah.

هَلْ أَتَىٰ عَلَى الْإِنسَانِ حِينٌ مِّنَ الدَّهْرِ لَمْ يَكُن شَيْئًا مَّذْكُورًا 

¿No recuerda el ser humano un tiempo en el que no era nada digno de mención?

Así comienza la sura del «ser humano» (al-insân). Toda una llamada de atención. Antes de aparecer no era nada, solo una idea en el plan del decreto divino, que fue llamada por la asistencia divina (‘inâya), sobre la que se sopló el verbo divino «sé» y fue. Antes no era nada. No tenía entidad. Y desde esta inexistencia sin nombre, es llamado. Se le da nombre. Un nombre que la acompaña, que la hace ser. Uno de los Nombres, su realidad íntima. Por eso han dicho: «La cuestión no es que aprendas todos los Nombres, sino que sepas que casa cosa en el Universo es un Nombre del Adorado».