Sobre lo que anula la ablución, del Minah al-Quddusiya del shayj al-Alawi

[Sobre lo que rompe la ablución]

El autor aborda a continuación la suciedad (jabiza) que aparecen en el alma, como la orina, las heces y lo que se le parece. Comparar el alma que incita al mal (al-nafs al-amara) con la impureza (naÿâsa) es adecuado, puesto que el alma, para los sufís, es la mayor de las impurezas. Es por esta razón por la que se refiere a ella de esta forma, por aquellos atributos que de ella surgen, mostrando su suciedad.

Lo que rompe la ablución son dieciséis cosas

La orina, la ventosidad, el escape de orina, si no es incontinencia

defecar, el sueño profundo, el líquido seminal

la embriaguez, el desmayo, la enajenación, la secreción ureteral

las caricias y el beso, tanto si se encuentra

placer con ello como si era la intención

el introducir los dedos en la vagina o el tocar el pene

el dudar si se ha roto, y el renegar de la fe

El alma es algo mucho más impuro que lo que el autor ha comentado en estos versos. Si cualquiera de ellos aparece en quien se ha purificado, demuestra es que ya no sigue estando puro, que se ha roto el pacto que existía entre él y su Señor, pues la ablución es el pacto (‘aqd) entre el amante y el amado. Si se manifiesta lo que lo rompe, precisa renovarlo.

Las causas de la ruptura de la ablución incluyen: las que el ser humano sabe que tiene dentro de sí; las que se manifiestan en su exterior; y las que son medios que conllevan a su ruptura. Todas ellas le obligan a renovar su purificación si se presenta alguno de estos atributos, evitando permanecer con aquello que lo ha roto. Si permanece en tal estado, no le beneficiará en nada renovar la ablución, pues es como si se lo tomase a broma. Lo que debe hacer es tratar de guardar ese estado de pureza, de manera que cuando aparezca alguno de esos elementos que rompen la ablución, se debe dirigir a renovarla sin perder el tiempo en cuanto pueda, puesto que esta ruptura lo ha expulsado de la presencia de su Señor y lo ha devuelto a sí mismo (o su propia alma). Quien se ha purificado no se conforma con la separación (fasl) tras haber estado unido (wasl); así que cuando se le aparece lo que impone la separación, enseñándole la presencia del alma, trata de superarlo y busca la ayuda para regresar a su estado de pureza.

Aquello que nos informa de la existencia del alma, de que todavía está, son dieciséis, como ha mencionado el autor:

La primera es lo que se vislumbra en el exterior del purificado, es decir lo que sale de él, lo que surge de los miembros del común de la gente antes de involucrarse con la vía. O sea, es un atributo habitual en ellos, hasta que alguno de ellos toma la vía. desde ese momento lo que les corresponde es enfrentarse a lo que es normal en ellos y purificarse de ello, tal y como le corresponde. Si tal atributo regresa a él, es un aviso de que su alma todavía queda viva, señal todavía está, puesto que se manifiesta aquello que le hace perder su estación (maqâm). No se puede decir que esto sea solo algo del exterior, puesto que el exterior es lo que anuncia el interior, revela lo que hay dentro. Lo que sale por la lengua no es más que una muestra de lo que se esconde dentro, puesto que la lengua es el intérprete del interior. Las cosas que salen al exterior por medio de la lengua son seis: la mentira, la difamación, la maledicencia, la blasfemia, la burla y ser irascible. Esto es lo que se manifiesta en el exterior del ser humano. Sin duda estos atributos son la prueba más contundente de la existencia del alma.

El segundo grupo, lo que el ser humano sabe que hay en su interior, son la hipocresía, la envidia, la animadversión, la enemistad, la farsa, la traición, la altivez y la pereza ante la obediencia. Estos son ocho de los muchos que rompen la purificación, de los que el ser humano sabe que hay en su interior. Si encuentra alguno de ellos y certifica que están en su interior, lo que debe hacer es ser sincero con su Señor y ponerse a purificarlo, puesto que ha regresado a lo que cierra las puertas y hace descender el velo.

Y las cosas conducen a romper la ablución son dos: la primera es la compañía de la gente normal; la segunda el amor por reunir aumentar las riquezas. Cada una de las dos afectan de manera diferente a la ruptura, que es la presencia del alma.

Por eso, quien se ve afectado por alguna de estas cosas que imponen la presencia del alma, debe realizar de nuevo la ablución con premura, purificar sus estados con Dios, haciendo regresar su corazón hacia su Señor con humildad y congoja, y que examine qué le falta de pureza y amor (widâd), para que arrepienta con respecto a lo que le falta, pues Dios acepta a todo el que se vuelve arrepentido hacia Él. Porque esta ruptura de la ablución sólo ocurre poruq el que se purifica no ha eliminado todo rastro de suciedad, puesto que no se purificó tal y como era necesario. Su arrepentimiento no ha sido completo, puesto que ha dejado cosas escondidas, que han hecho que se multipliquen las rupturas de la ablución.

Por eso el autor aclara cómo hay que eliminar toda suciedad, para que la purificación del que hace la ablución sea completa.

y se debe limpiar el ano y la uretra además

de agitar y exprimir el pene (dakar), pero sin violencia

Es decir, quien quiere entrar en la presencia de Dios debe vaciar lo que hay dentro de él de la suciedad del pecado, hasta no dejar nada en su interior ni en su exterior de los atributos del alma, puesto que el alma que se inclina  al mal (al-nafsal-amara) es la más sucia de los seres, aunque peor es plegarse a sus exigencias. Por eso, el que se purifica debe librarse de toda suciedad y vaciarla completamente de ella, sacándola de este estado detestable para llevarla a uno elogiable a través de su limpieza y descarga de todos los miembros, como ha dicho el autor agitando y exprimiendo, pero sin violencia, es decir, oh murid, no dejes nada de los atributos de tu alma. Para alcanzarlo Todo, dirígete al Todo.

Se puede usar algo seco para limpiar la orina del pene

y las heces, pero no si son muchas o se esparcen

Es decir, que el hombre (dakar), es decir, el varón que ha alcanzado la unión, no quien está en el nivel de las mujeres que están obligadas a llevar el velo, puede limpiar la suciedad con lo que quiera, pues para él todo tiene la función del agua. Así es mientras aparezca en quien ha llegado a la unión (wâsil) algún atributo detestable sin que haya pecado. «Aquellos que son temerosos, si les importuna una insinuación del demonio, recuerdan clarividentes» (7:201). O sea, puede retirar esta suciedad con lo que encuentre, puesto que la suciedad de quien ha llegado se puede retirar con cualquier cosa, puesto que es algo accidental, no algo esencial. Al contrario de lo que le ocurre a quien está velado, que no ha llegado a la estación de los hombres. Este no la puede retirar más que con el agua absolutamente pura, que mencionamos al principio.

Esta enseñanza sólo es válida para el sufí si la suciedad producto de la falta no se esparce, pues se encontraba unido. Pero si es mucha y permanece en ella, entonces se hace imprescindible que use el agua absolutamente pura. Por eso ha dicho el autor: a no ser que sea mucha o se esparza.

Sobre los requisitos de la ablución, del Minah al-Quddusiya del shayj al-Alawi

bismillah

Sobre los requisitos de la ablución menor (wudu) según la Manzuma de Ibn Ashir, comentados por el shayj al-Alawi en su al-Minah al-Quddusiya.

 

[Sobre las condiciones de la ablución]

 

Tras dedicarle unas palabras al agua que es purificadora, aclara cuales son los principios de esta purificación, comenzando por la ablución menor (al-tahâra al-sugrà), puesto que es la más difundida y realizada tanto entre el común de los sufíes como entre su élite, al contrario que la ablución mayor, que sólo es adecuada para los profetas y para los más grandes santos, que trataremos después, si Dios quiere.

 

Sobre las partes obligatorias de la ablución, que son…

 

Para indicarnos que las partes obligatorias (farâìd) de la ablución menor son siete, ninguna más, y si usa el femenino es para indicar que son siete faridas, como los siete días de la creación (taqdîr). Estas hacen referencia a los siete atributos en los que es necesario que el ‘arif se extinga hasta que se purifique totalmente. Estos son: el poder (qudra), la voluntad (irâda), el conocimiento (‘ilm), la vida (haya), la audición (sama’), la visión (basar) y la palabra (kalam). Estas son las siete obligaciones de la ablución que es necesario que quien se purifique elimine, pues con ello borra todos sus atributos con los atributos de su Señor, hasta lograr la purificación. En este sentido han dicho los sufíes, que Dios esté complacido con ellos: «Realiza, oh tu que te purificas, cuales son tus atributos, para que te sostenga con Sus atributos.» A continuación aclara cuales son tales atributos:

 

frotar bien, que sea de seguido y poner la intención al comenzar

la intención de eliminar la impureza, realizar un acto que la requiere,

para el que es preferible tenerla o algo que no se puede hacer sin tenerla

 

Es decir, que el que hace la ablución debe asegurarse de que frota bien, es decir, que el agua pura llega hasta el lugar que se ve afectado por sus atributos, para que sea liberado (yuntaliq) por su ilimitación (itlâq). Por lo tanto no debe dejar nada de los atributos que le quedan, no sea que le impidan estar con Dios. En cuanto a que sea seguido (faur) se refiere a la prontitud (‘aÿal) y decisión de hacer la ablución inmediatamente, sin pausa, no vaya que las vicisitudes de la vida le opriman y le separen de su Señor, muera tal y como haya vivido, y sea resucitado tal y como murió. Que Dios nos guarde y todos los musulmanes.

El que realiza la ablución debe también manifestar una intención correcta en pos de la estación que desea, para poder cumplir con las condiciones necesarias para entrar en la presencia de su Señor por medio de esta ablución. Por eso le incumbe poner la intención en tal ablución de retirar las impurezas (huduz), es decir, todo lo que no es Dios, que es lo accidental (hâdiz). Mientras duren los seres creados, no desaparecerán de su vista y no entrará en la presencia de su Señor, puesto que son impedimentos y distracciones en el camino. Por eso ha dicho:

 

la intención de eliminar la impureza, realizar un acto que la requiere,

para el que es preferible tenerla o algo que no se puede hacer sin tenerla

 

Lo que no es Dios es algo prohibido y fútil, sin base alguna. Debe deshacerse de la ilusión, que es lo que impide que el siervo llegue a su Señor.

Tras ello aborda el orden para hacer la ablución y le despierta para que abandone cada uno de sus atributos, de tal manera que su ablución sea completada a partir de ahí.

 

Limpiar la cara, las manos

humedecer la cabeza, limpiar los pies

lo obligatorio es lo que hay entre ambas orejas

y hasta los codos y los tobillos

y frotar entre los dedos de las manos, el pelo

de la barba, para que la piel que hay debajo se purifique

 

Insiste a quien hace la ablución que debe frotar bien desde los miembros de su espiritualidad (rûhâniya) y sus atributos, hasta sus miembros humanos, como son su cabeza, sus manos, sus pies,… Pero Dios es el que se hace cargo (yatawalla) estos miembros exteriores. Al siervo, lo que le incumbe es limpiarlos cumpliendo con lo obligatorios descritos, puesto que Dios ama que el siervo se acerque a através de estos actos obligatorios. Por eso ha dicho, la paz y las bendiciones sean con él, transmitiendo las palabras de su Señor, el Elevado: «Mi siervo no se acerca a Mi con algo que ame más que el cumplir con los actos obligatorios (farâ`id). Y con los actos voluntarios (nawâfil) no deja de acercarse a Mi, hasta que lo amo. Y cuando lo amo, soy el oído con el que oye, la vista con la que ve, la mano con la que agarra, y los pies con los que camina,….» Este es el culmen de la purificación en su aspecto externo e interno. Por eso el siervo se debe ocupar de los siete actos obligatorios que hemos mencionado, hasta que obtenga la cercanía de su Señor, Dios tome el control de su mano, sus pies y el resto de sus miembros…

Tras terminar con la parte obligatoria de la ablución, muestra cuales son las sunnas de la ablución:

 

Primero las sunnas, que son siete: empezar con las manos

tras pasar el agua por la cabeza limpiar los oídos

limpiar la boca, sorber agua por la nariz y echarla

mantener el orden de las faridas, esto es lo mejor

 

Las sunnas de la ablución menor son siete, y lo que se pretende con ello es la purificación de los siete miembros: las manos, los pies, los ojos, los oídos, la lengua, el estómago y los genitales. Estos son los siete miembros que debe purificar quien desea entrar en la presencia divina antes de comenzar con el rito de la ablución. Por eso dice: Primero las sunnas, que son siete. El purificar estos miembros es necesaria al principio. La purificación de los siete miembros es una sunna de los sufíes, por lo que el discípulo que quiere purificarse debe purificar sus miembros primero de todas las faltas. Por eso ha dicho alguien:

 

Limpia los miembros de los pecados

y las cosas dudosas, y no acudas a nadie más

Extingue de ti lo que quede de cualquier arte

y extínguete de tu propia extinción, así lo alcanzarás

 

Las cosas dudosas (shabahât) se refieren a lo que no son los miembros o pecados, como pueden ser algunas características superfluas que puede haber en el murîd relacionadas con algunos de sus miembros como la boca, el olfato, etc. Por ejemplo, lo superfluo relacionado con la boca puede ser el fumar o tomar mucho ajo, y las relacionadas con la nariz, como esnifar tabaco (nif) o los malos olores. El murîd debe, por lo tanto, dejar todos estos hábitos detestables que nunca han realizado los antecesores, para luego cumplir con lo obligatorio a partir de ahí. El autor del poema ha señalado esto cuando dice limpiar la boca, sorber agua por la nariz y echarla, mantener el orden de las faridas, esto es lo mejor. Es decir, seguir el orden de las faridas tras ello, y que esto es lo que consideran mejor los sufíes en cuanto a la purificación.

Tras terminar con lo obligatorio y las sunnas, comenta cuáles son los actos deseables (mustahabât).

 

Los actos virtuosos son once:

decir «bimillah», hacerlo en un lugar limpio,

usar poca agua, poner el agua a la derecha,

limpiar dos o tres veces,

empezar por la derecha, usar el cepillo (siwak) y es aconsejable

seguir el orden de las sunnas con las partes obligatorias

y humedecer la cabeza desde adelante

y frotar entre los dedos de los pies

 

Aborda a continuación cuales son los actos meritorios, y menciona que son once las que se le solicitan a quien realiza la ablución.

La primera es pronunciar el «bismillâh». El murîd, antes de realizar la ablución, debe haber recordado el Nombre Inmenso (al-ism al-‘azam) hasta extinguirse en él, para que así pueda conseguir la extinción en los Atributos sin dificultad.

La segunda es que el lugar esté limpio para recordar el Nombre, que se refiere al lugar del retiro (jalwa). El faquir debe procurar que el lugar del recuerdo esté limpio, tanto el cuerpo como el lugar.

El tercero es usar poca agua, que significa que el murîd no debe lanzarse a las realidades espirituales antes de que éstas no acudan a él, pues si las adelanta antes de que lleguen a él o hace uso de ellas por encima de lo que le resulta adecuado, corre el riesgo de que altere su humor y le haga perder su intención, debido al desbordamiento de este agua sobre él.

El cuarto es tener a la derecha el recipiente, y por recipiente se entiende aquello que transporta el secreto de la divindiad, que no es otro que el guía (murshid). Sobre esto han dicho que debe tenerlo a su derecha y ennoblecerlo a sus ojos, puesto que es quien carga con el secreto, y nunca debe despreciar su importancia. El murid debe venerarlo, ennoblecerlo y tenerlo en consideración por aquello que hay en su interior.

El quinto es lavar dos o tres veces. Lo que significa lavar una segunda o tercera vez es que debe extinguirse en los Nombres y los Actos. En cuanto a la extinción de los Atributos, ya hemos hablado sobre ella, pues es un acto obligatorio.

El séptimo (sic) es comenzar por la derecha, porque en el inicio de su caminar en el camino el murid debe comenzar por sus hermanos que están a la derecha, pues debe saludar empezando por la derecha a todos ellos, y no mostrarse superior a ninguno de ellos, tratando a todos ellos como si fuesen más nobles que él.

El octavo es el uso del cepillo (siwâk), y es porque lo propio es que el murîd se cepille antes de realizar la invocación, para que su aliento sea agradable para ello.

El noveno es seguir el orden de las sunnas y las faridas. Si es así es porque precede purificar los miembros más importantes primero, y por eso es importante purificar primero los ojos, los oídos, la lengua, antes de purificar el resto. Todos los pecados salen primero de la cabeza, es decir, de los miembros situados en la cabeza, como la lengua. Los miembros buscan continuamente lo que los satisface. Si toman su control, sufren por medio de ello. Así, los ojos, si miran a aquellos que Dios les ha prohibido, es como un veneno mortal, es una flecha que alcanza el corazón a través de los ojos. Así que cuando el ser humano baja su mirada, guarda su lengua y tapa sus oídos, no le cuesta mantener el resto de sus miembros purificados. Por eso debe comenzar primero la purificación por los que hay en la cabeza.

La decimoprimera es frotar bien entre los dedos de sus pies, que se refiere a no debe dejar ninguna parte desde la coronilla hasta la punta del pie, sin que sea lavada por el agua que habíamos mencionado. Por eso ha dicho: humedecer la cabeza desde adelante y frotar entre los dedos de los pies, es decir, que si no deja nada por cubrir en su ablución, habrá completado la purificación tal y como Dios manda. A continuación hace una descripción de cuáles son actos desaconsejables en la ablución.

 

Es detestable abarcar más que lo obligatorio

en cuanto a lavar, y lavar más partes que las indicadas

 

O sea, que le desaconseja al que hace la ablución que se traspase y abarque más de lo obligatorio que se ha mencionado, que son los atributos. Se debe limitar a ellos y no buscar otros atributos, como el de la percepción (idrâk), puesto que los conocimientos sobre ello se pueden alargar, y el murid, en su fase de aprendizaje no sabe qué es lo que está diciendo. Por eso es algo desaconsejable el que busque más de lo que hemos mencionado. Si llega a traspasar lo fijado por la Ley, es decir, entra en la extinción en la Esencia, quizás encontrará a Dios, exaltado sea, en su percepción de las cosas en un modo del que no podrá comprender.

También es algo desaconsejado que limpie más veces de lo que dispone la Ley de los sufíes, que es simplemente realizar tres veces el lavado en la ablución menor, que son la extinción en los Nombres, en los Actos y en los Atributos. No debe lavar cuatro o más veces por su propia iniciativa, pues se trata de la extinción en la Esencia, puesto que pretenderla sin la mediación de un maestro, no cabe duda de que lo llevará a la destrucción al carecer de un compañero. Por eso ha dicho el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él: «Elige el compañero antes que el viaje», especialmente en esta estación y asunto tan importante.

 

el que interrumpe la ablución que siga si no ha pasado mucho tiempo,

y no ha dado tiempo a que seque

 

Antes ya se ha dicho que la inmediatez es algo requerido tanto en su comienzo como en su continuación. Quien no puede, porque se ha parado con alguna dificultad en la ablución, como la imposibilidad que produce que el maestro haya fallecido, o alguna otra cuestión que los separe y haga imposible la comunicación, debe reunirse él o con alguno de los sabios (‘ârif) por Dios, y debe continuar a partir del punto en el que se quedó en la ablución. si se quedó en la extinción en los Nombres, debe continuar por ahí, y si fue en los Actos, debe completarlo y seguir por los Atributos. Eso es lo que debe hacer quien se ha visto interrumpido, siempre esta interrupción se haya producido de manera impuesta. Pero si este retraso se ha debido a la pereza o desinterés, entonces este no es el caso, sino que debe comenzar una ablución nueva. y pedimos a Dios que se lo acepte, puesto que se ha tomado como un juego lo que estaba haciendo.

Debes saber que quien continúa con la ablución tiene otra condición: que haya sido hace poco (qurba) y no haya transcurrido mucho tiempo, lo cual hace referencia a la proxímidad (qurb) y la lejanía (bu’ud). Si no ha dejado de estar próximo a Dios, no hay problema en que continúe desde donde lo dejó. En cambio, sí se alejó de Dios, no le queda otra que volver a hacer lo anterior.

Esta proximidad o lejanía, a la que se refiere aquí por la sequedad de los miembros, es la dureza del corazón (qasâwa al-qalb). Si los miembros del que realiza la ablución no se han secado de la obediencia e insisten, sin cejar de permanecer obedientes a Dios, exaltado sea, y el corazón no se endurece y no cesa de fluir en él el asombro (mû’azama), es un signo de la proximidad a Dios, entonces debe seguir desde donde lo había dejado. Pero si no encuentra tales atributos, porque se ha endurecido su corazón y se han secado sus miembros de actos de obediencia, entonces no vale, y debe comenzar una nueva ablución a manos de un ‘arif realizado, conocedor de las reglas de la purificación. ¡La perfección es de Dios!

Después de hablar de esta desecación, comenta que pasa si se ha olvidado alguna de las partes obligatorias de la ablución.

Si recuerda que dejó una farida después de mucho, que haga

solo esa, y si todavía está cerca, que la complete

 

Es decir, quien recuerda que ha olvidado una farida de la purificación cuando ya ha pasado un tiempo, o sea, cuando ya ha terminado, y se le recuerda por parte de la gente de la vía que conoce los principios de la purificación espiritual, encontrando que sus palabras son justas y sinceras, entonces su caso es el de quien se ha purificado de algunos atributos y de otros no. Lo que debe hacer en ese caso es recuperar lo que le falta, es decir, cercionarse de lo que le falta inmediatamente, si es que lo ha recordado después de un tiempo. Si se le dice pronto, mientras todavía está realizando la ablución, lo que debe hacer es completarla desde ese punto, pues todavía está en ello.

Aborda a continuación la cuestión de la condición de la plegaria que se ha realizado en esa situación.

 

Si ha rezado, no le vale. Y quien recuerda que ha dejado

una sunna, que la complete, para las que vengan

 

Es decir, si ha abandonado una farida, le llama la atención porque ha perdido la plegaria de la unión, pues la anulado al recordar la farida que no realizó en la purificación, que una condición imprescindible para que la plegaria sea válida. Por eso debe completar la purificación, y realizar la plegaria de nuevo. Esa es el criterio cuando se deja una farida.

Si en cambio lo que no se ha hecho de la purificación es una sunna, como dejar uno de los siete miembros sin purificar, por olvido, no de manera deliberada, y se acuerda después, lo que debe hacer es purificar lo que falta para el resto de las oraciones sin cortar la plegaria. Debe permanecer en ella, y después purificar tal miembro. Si lo ha dejado de hacer de forma consciente, entonces, su plegaria se ve invalidada, y será como el que se lo toma a broma. ¿Cómo va a dejar un miembro revestido con el pecado, si va a estar en la presencia del Misericordioso? ¡Que Dios nos libre! Los ‘arifîn son los puros y los que se han purificado, tanto exterior como interiormente.