La educación espiritual, de las enseñanzas de sidi Ali al-Yamal

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El santo perfecto, cuando encuentra a ser humano empeñado en el mal, lo acompaña a lo largo de esa situación, sin censurarle lo más mínimo por ello . Lo va embaucando robandole poco a poco desde la tierra del mal hacia la tierra del bien, hasta que no queda una pizca de mal, sin que se de cuenta de cómo ha sido.

Si de entrada le hubiese ordenado el bien y que dejase todo lo malo, no hubiese sido capaz. Sólo unos pocos de lo que buscan a Dios pueden, aquellos que gozan de una sinceridad inmensa.

Pero esto solo lo hacen, de entre los santos, los perfectos.

Sobre el nacimiento iniciático, dos cartas de Mulay al-Darqawi

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Cuando conocí a mi maestro, que Dios esté complacido con él, en el año 1182 de la Hégira, me dió permiso para que le diera el vinculamiento a uno de mis profesores, que había sido  mi maestros de Corán. Éste insistía en que quería tomarlo, pero quería la autorización directa del maestro. Así que me pidió que se lo dijese. Cuando se lo hice saber me dijo: «Eres tú el que se lo debes dar, pues eres tú el que se lo ha dado a conocer». Cuando le conté lo que me había dicho se benefició de estas enseñanzas, gracias a la bendición de la autorización de mi noble maestro.

Sin embargo, cuando me tuve que marchar de Fez para ir con la cábila de los Bani Zarwal, la tierra de mis ancestros, nos tuvimos que separar, pues mi maestro vivía en Fez. Cuando me decidí a partir hacia mi cábila, le dije a mi maestro: «Allí no tengo nadie con quien departir sobre este arte, cuando esto es algo imprescindible». Me contestó: «¡Concíbelos!», como si él hubiera visto ya cómo se había producido esa concepción en el mundo espiritual o como si hubiera tenido una visión. Se lo volví a preguntar, y de nuevo me contestó: «¡Concíbelos!»

Al llegar, por la bendición de su permiso y su secreto, se me acercó un hombre -que Dios haga que abunden hombres como él en el Islam- que en el momento en el que lo miré me miró, y Dios cubrió todas sus necesidades, es decir, obtuvo la estación de la extinción y de la permanencia en ese mismo instante. Dios es garante de lo que decimos. Así se me mostró la gracia de su permiso y su secreto. Y con esto desaparecieron todas las dudas y sugestiones. Loas y gracias a Dios.

Tras ello, en mi alma apareció la necesidad de recibir el permiso por parte de Dios y de Su Enviado, la paz y las bendiciones sean con él. Lo anhelaba intensamente. Un día, mientras me encontraba en un lugar aislado, en medio del bosque, en un estado entre la ebriedad y la sobriedad, absorto totalmente en mi ebriedad y en mi sobriedad -los dos se daban en mi, y los dominaba con fuerza- escuche una voz que desde mi interior me decía: «Haz recordar, pues el recuerdo beneficia a los creyentes» (51:55). Mi corazón alcanzó la paz con estas palabras. Estaba seguro de que era la alocución de Dios y del Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, pues me encontraba en estas dos nobles presencias, la señorial y la profética. Este fue el verdadero milagro. ¿Si no es por Él, como se le puede conocer? Lo conoce a quien se da a conocer. Una veces se dirige al siervo desde sí mismo, como nos nos ocurrió a nosotros y a otros antes.

Dijo el inmenso maestro, el santo sidi Abu l-Hasan al-Shushtari:

Escuche la alocución que venía de mí, de un lugar cercano

oh mi vida, que estás en mí, quédate y no te ocultes

Unas veces se dirige a ellos desde sus iguales, otras veces desde las cosas, otras veces son los animales, otras veces el viento, unas veces desde un lugar, en otras desde todos a la vez. Esto no lo reconoce salvo quien conoce por Dios, y no lo puede soportar más que quien recibe la fuerza de Dios.

La aleya mencionada que escuché en mí permaneció conmigo, penetrando mi carne y mi sangre durante diez días o más. Cuando llegó este permiso, los creyentes acudieron a partir de este momento. Los mirábamos y nos miraban; les hacíamos recordar y recordaban, nos beneficiábamos y ellos se beneficiaban, sacábamos provecho y ellos también. Todo esto por el beneficio, el secreto, la gracia, la bendición y la ayuda divina. Y todo esto en la cábila de los Zarwal. Alabado sea Dios.

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Cuando un discípulo, a pesar de la presencia del educador, no es educado, es porque no ha abandonado el mundo de los sentidos (hiss) para partir hacia el mundo espiritual (ma’ani). Si hubiese cumplido con ello, sería educado, porque esto es un requisito indispensable para educarse, es decir, haber “nacido” al mundo espiritual. El que no existe en este mundo espiritual, ¿cómo cree que podrá educarse si no ha accedido a este grado de existencia? El Pueblo (los sufíes) dicen a este respecto: “hasta que nazca y se le haya dado un nombre”.

Por lo tanto, cuando desees educar a alguien, oh faquir, pon en marcha los medios necesarios para que nazca al mundo espiritual, y mantenlo hasta que esto ocurra. Una vez alcanzado, podrás educarle y esta persona se beneficiará verdaderamente de tu educación.

En lo que a mí respecta, he revisado meticulosamente a mis hermanos, los discípulos, buscando reconocer entre ellos a los que habían dejado el mundo de los sentidos por el mundo espiritual. Solamente he encontrado algunos casos excepcionales (y para lo excepcional no vale ley general). ¡Por Dios, el estado de los discípulos me entristece mucho! He analizado minuciosamente el porqué de esta incapacidad para acceder a los sentidos espirituales, a pesar de que han abandonado los medios de subsistencia, vestidos, amigos y compañeros, y he comprendido que su amor por este bajo mundo era el verdadero responsable. ¡Están tan a gusto con él! En efecto, después de haber renunciado, como hemos dicho, han abusado de la mendicidad, que Dios sea benévolo con ellos. Si no hubieran gustado el amor de este mundo, y no se quedasen tranquilamente en su compañía, no habrían abusado de la mendicidad, pues aquel para quien el mundo ha partido de su corazón, no tiene ningún interés en esto. Puede que ocasionalmente alguien sincero mendigue exageradamente, por exceso de celo, no por necesidad de dinero, pero en realidad el que no experimenta ningún amor por este mundo no tiene necesidad de exagerar cuando mendiga.

Por tanto, toma conciencia de esto, oh discípulo, y transmítelo de nuestra parte a quien quieras: “Si quieres beneficiarte de los sentidos espirituales como otros antes de ti lo han hecho de entre la gente sincera, e incluso más que ellos, entonces permanece apartado de este bajo mundo y de todos tus caprichos: y vendrán a ti por legiones inmensas y poderosas y te atraerán a ellos con fuerza. En efecto, Dios ciertamente ha preparado para ti y para los demás, tantos significados espirituales como olas tiene el mar. Si la gente los conociera, nada podría distraerles. Si los conocieran se darían cuenta que existen en ellos mismos océanos sin orillas.

salam