bismillah
Sobre los requisitos de la ablución menor (wudu) según la Manzuma de Ibn Ashir, comentados por el shayj al-Alawi en su al-Minah al-Quddusiya.
[Sobre las condiciones de la ablución]
Tras dedicarle unas palabras al agua que es purificadora, aclara cuales son los principios de esta purificación, comenzando por la ablución menor (al-tahâra al-sugrà), puesto que es la más difundida y realizada tanto entre el común de los sufíes como entre su élite, al contrario que la ablución mayor, que sólo es adecuada para los profetas y para los más grandes santos, que trataremos después, si Dios quiere.
Sobre las partes obligatorias de la ablución, que son…
Para indicarnos que las partes obligatorias (farâìd) de la ablución menor son siete, ninguna más, y si usa el femenino es para indicar que son siete faridas, como los siete días de la creación (taqdîr). Estas hacen referencia a los siete atributos en los que es necesario que el ‘arif se extinga hasta que se purifique totalmente. Estos son: el poder (qudra), la voluntad (irâda), el conocimiento (‘ilm), la vida (haya), la audición (sama’), la visión (basar) y la palabra (kalam). Estas son las siete obligaciones de la ablución que es necesario que quien se purifique elimine, pues con ello borra todos sus atributos con los atributos de su Señor, hasta lograr la purificación. En este sentido han dicho los sufíes, que Dios esté complacido con ellos: «Realiza, oh tu que te purificas, cuales son tus atributos, para que te sostenga con Sus atributos.» A continuación aclara cuales son tales atributos:
frotar bien, que sea de seguido y poner la intención al comenzar
la intención de eliminar la impureza, realizar un acto que la requiere,
para el que es preferible tenerla o algo que no se puede hacer sin tenerla
Es decir, que el que hace la ablución debe asegurarse de que frota bien, es decir, que el agua pura llega hasta el lugar que se ve afectado por sus atributos, para que sea liberado (yuntaliq) por su ilimitación (itlâq). Por lo tanto no debe dejar nada de los atributos que le quedan, no sea que le impidan estar con Dios. En cuanto a que sea seguido (faur) se refiere a la prontitud (‘aÿal) y decisión de hacer la ablución inmediatamente, sin pausa, no vaya que las vicisitudes de la vida le opriman y le separen de su Señor, muera tal y como haya vivido, y sea resucitado tal y como murió. Que Dios nos guarde y todos los musulmanes.
El que realiza la ablución debe también manifestar una intención correcta en pos de la estación que desea, para poder cumplir con las condiciones necesarias para entrar en la presencia de su Señor por medio de esta ablución. Por eso le incumbe poner la intención en tal ablución de retirar las impurezas (huduz), es decir, todo lo que no es Dios, que es lo accidental (hâdiz). Mientras duren los seres creados, no desaparecerán de su vista y no entrará en la presencia de su Señor, puesto que son impedimentos y distracciones en el camino. Por eso ha dicho:
la intención de eliminar la impureza, realizar un acto que la requiere,
para el que es preferible tenerla o algo que no se puede hacer sin tenerla
Lo que no es Dios es algo prohibido y fútil, sin base alguna. Debe deshacerse de la ilusión, que es lo que impide que el siervo llegue a su Señor.
Tras ello aborda el orden para hacer la ablución y le despierta para que abandone cada uno de sus atributos, de tal manera que su ablución sea completada a partir de ahí.
Limpiar la cara, las manos
humedecer la cabeza, limpiar los pies
lo obligatorio es lo que hay entre ambas orejas
y hasta los codos y los tobillos
y frotar entre los dedos de las manos, el pelo
de la barba, para que la piel que hay debajo se purifique
Insiste a quien hace la ablución que debe frotar bien desde los miembros de su espiritualidad (rûhâniya) y sus atributos, hasta sus miembros humanos, como son su cabeza, sus manos, sus pies,… Pero Dios es el que se hace cargo (yatawalla) estos miembros exteriores. Al siervo, lo que le incumbe es limpiarlos cumpliendo con lo obligatorios descritos, puesto que Dios ama que el siervo se acerque a através de estos actos obligatorios. Por eso ha dicho, la paz y las bendiciones sean con él, transmitiendo las palabras de su Señor, el Elevado: «Mi siervo no se acerca a Mi con algo que ame más que el cumplir con los actos obligatorios (farâ`id). Y con los actos voluntarios (nawâfil) no deja de acercarse a Mi, hasta que lo amo. Y cuando lo amo, soy el oído con el que oye, la vista con la que ve, la mano con la que agarra, y los pies con los que camina,….» Este es el culmen de la purificación en su aspecto externo e interno. Por eso el siervo se debe ocupar de los siete actos obligatorios que hemos mencionado, hasta que obtenga la cercanía de su Señor, Dios tome el control de su mano, sus pies y el resto de sus miembros…
Tras terminar con la parte obligatoria de la ablución, muestra cuales son las sunnas de la ablución:
Primero las sunnas, que son siete: empezar con las manos
tras pasar el agua por la cabeza limpiar los oídos
limpiar la boca, sorber agua por la nariz y echarla
mantener el orden de las faridas, esto es lo mejor
Las sunnas de la ablución menor son siete, y lo que se pretende con ello es la purificación de los siete miembros: las manos, los pies, los ojos, los oídos, la lengua, el estómago y los genitales. Estos son los siete miembros que debe purificar quien desea entrar en la presencia divina antes de comenzar con el rito de la ablución. Por eso dice: Primero las sunnas, que son siete. El purificar estos miembros es necesaria al principio. La purificación de los siete miembros es una sunna de los sufíes, por lo que el discípulo que quiere purificarse debe purificar sus miembros primero de todas las faltas. Por eso ha dicho alguien:
Limpia los miembros de los pecados
y las cosas dudosas, y no acudas a nadie más
Extingue de ti lo que quede de cualquier arte
y extínguete de tu propia extinción, así lo alcanzarás
Las cosas dudosas (shabahât) se refieren a lo que no son los miembros o pecados, como pueden ser algunas características superfluas que puede haber en el murîd relacionadas con algunos de sus miembros como la boca, el olfato, etc. Por ejemplo, lo superfluo relacionado con la boca puede ser el fumar o tomar mucho ajo, y las relacionadas con la nariz, como esnifar tabaco (nif) o los malos olores. El murîd debe, por lo tanto, dejar todos estos hábitos detestables que nunca han realizado los antecesores, para luego cumplir con lo obligatorio a partir de ahí. El autor del poema ha señalado esto cuando dice limpiar la boca, sorber agua por la nariz y echarla, mantener el orden de las faridas, esto es lo mejor. Es decir, seguir el orden de las faridas tras ello, y que esto es lo que consideran mejor los sufíes en cuanto a la purificación.
Tras terminar con lo obligatorio y las sunnas, comenta cuáles son los actos deseables (mustahabât).
Los actos virtuosos son once:
decir «bimillah», hacerlo en un lugar limpio,
usar poca agua, poner el agua a la derecha,
limpiar dos o tres veces,
empezar por la derecha, usar el cepillo (siwak) y es aconsejable
seguir el orden de las sunnas con las partes obligatorias
y humedecer la cabeza desde adelante
y frotar entre los dedos de los pies
Aborda a continuación cuales son los actos meritorios, y menciona que son once las que se le solicitan a quien realiza la ablución.
La primera es pronunciar el «bismillâh». El murîd, antes de realizar la ablución, debe haber recordado el Nombre Inmenso (al-ism al-‘azam) hasta extinguirse en él, para que así pueda conseguir la extinción en los Atributos sin dificultad.
La segunda es que el lugar esté limpio para recordar el Nombre, que se refiere al lugar del retiro (jalwa). El faquir debe procurar que el lugar del recuerdo esté limpio, tanto el cuerpo como el lugar.
El tercero es usar poca agua, que significa que el murîd no debe lanzarse a las realidades espirituales antes de que éstas no acudan a él, pues si las adelanta antes de que lleguen a él o hace uso de ellas por encima de lo que le resulta adecuado, corre el riesgo de que altere su humor y le haga perder su intención, debido al desbordamiento de este agua sobre él.
El cuarto es tener a la derecha el recipiente, y por recipiente se entiende aquello que transporta el secreto de la divindiad, que no es otro que el guía (murshid). Sobre esto han dicho que debe tenerlo a su derecha y ennoblecerlo a sus ojos, puesto que es quien carga con el secreto, y nunca debe despreciar su importancia. El murid debe venerarlo, ennoblecerlo y tenerlo en consideración por aquello que hay en su interior.
El quinto es lavar dos o tres veces. Lo que significa lavar una segunda o tercera vez es que debe extinguirse en los Nombres y los Actos. En cuanto a la extinción de los Atributos, ya hemos hablado sobre ella, pues es un acto obligatorio.
El séptimo (sic) es comenzar por la derecha, porque en el inicio de su caminar en el camino el murid debe comenzar por sus hermanos que están a la derecha, pues debe saludar empezando por la derecha a todos ellos, y no mostrarse superior a ninguno de ellos, tratando a todos ellos como si fuesen más nobles que él.
El octavo es el uso del cepillo (siwâk), y es porque lo propio es que el murîd se cepille antes de realizar la invocación, para que su aliento sea agradable para ello.
El noveno es seguir el orden de las sunnas y las faridas. Si es así es porque precede purificar los miembros más importantes primero, y por eso es importante purificar primero los ojos, los oídos, la lengua, antes de purificar el resto. Todos los pecados salen primero de la cabeza, es decir, de los miembros situados en la cabeza, como la lengua. Los miembros buscan continuamente lo que los satisface. Si toman su control, sufren por medio de ello. Así, los ojos, si miran a aquellos que Dios les ha prohibido, es como un veneno mortal, es una flecha que alcanza el corazón a través de los ojos. Así que cuando el ser humano baja su mirada, guarda su lengua y tapa sus oídos, no le cuesta mantener el resto de sus miembros purificados. Por eso debe comenzar primero la purificación por los que hay en la cabeza.
La decimoprimera es frotar bien entre los dedos de sus pies, que se refiere a no debe dejar ninguna parte desde la coronilla hasta la punta del pie, sin que sea lavada por el agua que habíamos mencionado. Por eso ha dicho: humedecer la cabeza desde adelante y frotar entre los dedos de los pies, es decir, que si no deja nada por cubrir en su ablución, habrá completado la purificación tal y como Dios manda. A continuación hace una descripción de cuáles son actos desaconsejables en la ablución.
Es detestable abarcar más que lo obligatorio
en cuanto a lavar, y lavar más partes que las indicadas
O sea, que le desaconseja al que hace la ablución que se traspase y abarque más de lo obligatorio que se ha mencionado, que son los atributos. Se debe limitar a ellos y no buscar otros atributos, como el de la percepción (idrâk), puesto que los conocimientos sobre ello se pueden alargar, y el murid, en su fase de aprendizaje no sabe qué es lo que está diciendo. Por eso es algo desaconsejable el que busque más de lo que hemos mencionado. Si llega a traspasar lo fijado por la Ley, es decir, entra en la extinción en la Esencia, quizás encontrará a Dios, exaltado sea, en su percepción de las cosas en un modo del que no podrá comprender.
También es algo desaconsejado que limpie más veces de lo que dispone la Ley de los sufíes, que es simplemente realizar tres veces el lavado en la ablución menor, que son la extinción en los Nombres, en los Actos y en los Atributos. No debe lavar cuatro o más veces por su propia iniciativa, pues se trata de la extinción en la Esencia, puesto que pretenderla sin la mediación de un maestro, no cabe duda de que lo llevará a la destrucción al carecer de un compañero. Por eso ha dicho el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él: «Elige el compañero antes que el viaje», especialmente en esta estación y asunto tan importante.
el que interrumpe la ablución que siga si no ha pasado mucho tiempo,
y no ha dado tiempo a que seque
Antes ya se ha dicho que la inmediatez es algo requerido tanto en su comienzo como en su continuación. Quien no puede, porque se ha parado con alguna dificultad en la ablución, como la imposibilidad que produce que el maestro haya fallecido, o alguna otra cuestión que los separe y haga imposible la comunicación, debe reunirse él o con alguno de los sabios (‘ârif) por Dios, y debe continuar a partir del punto en el que se quedó en la ablución. si se quedó en la extinción en los Nombres, debe continuar por ahí, y si fue en los Actos, debe completarlo y seguir por los Atributos. Eso es lo que debe hacer quien se ha visto interrumpido, siempre esta interrupción se haya producido de manera impuesta. Pero si este retraso se ha debido a la pereza o desinterés, entonces este no es el caso, sino que debe comenzar una ablución nueva. y pedimos a Dios que se lo acepte, puesto que se ha tomado como un juego lo que estaba haciendo.
Debes saber que quien continúa con la ablución tiene otra condición: que haya sido hace poco (qurba) y no haya transcurrido mucho tiempo, lo cual hace referencia a la proxímidad (qurb) y la lejanía (bu’ud). Si no ha dejado de estar próximo a Dios, no hay problema en que continúe desde donde lo dejó. En cambio, sí se alejó de Dios, no le queda otra que volver a hacer lo anterior.
Esta proximidad o lejanía, a la que se refiere aquí por la sequedad de los miembros, es la dureza del corazón (qasâwa al-qalb). Si los miembros del que realiza la ablución no se han secado de la obediencia e insisten, sin cejar de permanecer obedientes a Dios, exaltado sea, y el corazón no se endurece y no cesa de fluir en él el asombro (mû’azama), es un signo de la proximidad a Dios, entonces debe seguir desde donde lo había dejado. Pero si no encuentra tales atributos, porque se ha endurecido su corazón y se han secado sus miembros de actos de obediencia, entonces no vale, y debe comenzar una nueva ablución a manos de un ‘arif realizado, conocedor de las reglas de la purificación. ¡La perfección es de Dios!
Después de hablar de esta desecación, comenta que pasa si se ha olvidado alguna de las partes obligatorias de la ablución.
Si recuerda que dejó una farida después de mucho, que haga
solo esa, y si todavía está cerca, que la complete
Es decir, quien recuerda que ha olvidado una farida de la purificación cuando ya ha pasado un tiempo, o sea, cuando ya ha terminado, y se le recuerda por parte de la gente de la vía que conoce los principios de la purificación espiritual, encontrando que sus palabras son justas y sinceras, entonces su caso es el de quien se ha purificado de algunos atributos y de otros no. Lo que debe hacer en ese caso es recuperar lo que le falta, es decir, cercionarse de lo que le falta inmediatamente, si es que lo ha recordado después de un tiempo. Si se le dice pronto, mientras todavía está realizando la ablución, lo que debe hacer es completarla desde ese punto, pues todavía está en ello.
Aborda a continuación la cuestión de la condición de la plegaria que se ha realizado en esa situación.
Si ha rezado, no le vale. Y quien recuerda que ha dejado
una sunna, que la complete, para las que vengan
Es decir, si ha abandonado una farida, le llama la atención porque ha perdido la plegaria de la unión, pues la anulado al recordar la farida que no realizó en la purificación, que una condición imprescindible para que la plegaria sea válida. Por eso debe completar la purificación, y realizar la plegaria de nuevo. Esa es el criterio cuando se deja una farida.
Si en cambio lo que no se ha hecho de la purificación es una sunna, como dejar uno de los siete miembros sin purificar, por olvido, no de manera deliberada, y se acuerda después, lo que debe hacer es purificar lo que falta para el resto de las oraciones sin cortar la plegaria. Debe permanecer en ella, y después purificar tal miembro. Si lo ha dejado de hacer de forma consciente, entonces, su plegaria se ve invalidada, y será como el que se lo toma a broma. ¿Cómo va a dejar un miembro revestido con el pecado, si va a estar en la presencia del Misericordioso? ¡Que Dios nos libre! Los ‘arifîn son los puros y los que se han purificado, tanto exterior como interiormente.