La purificación del alma, de las cartas de Mulay al-Darqawi

29*

Faquir, no purifiques tu propia alma hasta que alguien no te purifique de verdad, ni trates de dominar todo lo que aparece en tu corazón, pues se volverá contra ti. No te ocupes de su educación en exclusión de tu Señor, como hacen la mayoría de las personas. De esta manera se extravían y se pierden, perdidos en sus espejismos. Si de verdad lo hubiesen entendido, dirían: “El corazón es algo increíble. En un momento da lugar a muchos hijos, unos legítimos, otro ilegítimos, y otros que no se sabe como son”. Así que, ¿cómo podrá alguien desocuparlo para su Señor si está ocupado educándolo?

¡Que pena el hijo de Adán! Se empeña en hacer desaparecer la existencia, hasta que no quede nada de ella, pero es la existencia la que lo hace desaparecer, de tal forma que no queda de él salvo una leve traza de fragancia que dura un instante…

salam

30*

Si de verdad deseas a tu Señor, oh faquir, abandona tu propia alma, este mundo y la gente, salvo a quienes eleven tu estado y sus palabras te lleven hacia Dios. Y lo que debes hacer es rechazarlos, pues cuántos hay que creen que invitan hacia Dios y simplemente invitan hacia sus propias pasiones. Ha dicho el famoso santo sidi Abu Shita al-Jammar, que Dios nos beneficie de él: «Por Dios, solo llamamos sidi o ibn sidi a quien desata nuestras cadenas».

Y no es algo desconocido, oh faquir, que el hombre lo que obtiene de este mundo, que es el mundo de las penalidades donde lo han dejado cautivo, es solo algo ilusorio. Aquí está exiliado, y lo que debe hacer es partir hacia el mundo de la pureza, de donde vino. Dios quiere que todo extranjero regrese a su patria.
salam

Sobre la ablución seca (tayammum), del Minah al-Quddusiya del shayj al-Alawi

Bismillah

Ultima parte del comentario del shayj al-Alawi al capítulo sobre la purificación del poema de Ibn Ashir.

Para la traducción del capítulo completo, se puede leer aquí.

[Sobre la ablución seca (tayammum)] p. 125

Tras hablar de la purificación basada en el agua –que es el medio para conseguir la proximidad de Dios, que no deja velo alguno entre el que se se purifica y su objetivo– pasa a hablar sobre la purificación basada en la tierra, que permite presentarse ante Dios, pero manteniendo el velo presente. Esto es así porque la suciedad (huduz) no se puede eliminar más que con el agua absolutamente pura que mencionamos al principio. Si este agua no está presente, lo que le incumbe es hacer la ablución con tierra, pero siguiendo las reglas que especifica el autor a continuación:

Si teme un daño o no hay agua

está permitida la purificación seca

Esta se realiza bien en el caso de ausencia del agua absoluta, que es otra manera de referirse a la realidad espiritual (haqîqa), o bien por el miedo a sufrir un daño en su creencia (bi-‘aqîdati-hi), que haya una duda sobre ello o tema por sí mismo hasta hacerle temblar. En esa circunstancia lo que le corresponde es sustituirla por la ablución seca (tayamun) para poder cumplir con los requisitos de la Ley, esforzándose en los actos de piedad (af’âl al-birr), restringiendose a ello hasta que se haya curado de su enfermedad, es decir, del temblor de su fe (tazalzil ‘aqidati-hi). Pero su cura definitiva será a través de un maestro que haya sido aceptado por Dios.

Igualmente, si falta el agua –es decir, si falta quien le eleve hacia la afirmación de la unicidad de la elite, que es lo que le corresponde a la purificación con agua, hasta que se aproxime a este agua y la tenga a su alcance para su exterior e interior–. En este caso también sustituye el agua por la ablución seca, afianzándose a través de la prueba y la argumentación, hasta que encuentre a quien lo eleve desde ese punto a la estación de la contemplación y la visión, como dijo uno de ellos:

Realiza la ablución con el agua del mundo oculto, si tienes el secreto

si no es así, haz la ablución seca con polvo o una piedra

Si encuentras el agua del mundo invisible (gayb), pero sigues usando el polvo, anularás tu oración, puesto que la licencia solo es válida cuando se cumplen sus condiciones; las pruebas y argumentos no te serán aceptados más que en ausencia de quien te enseñe la contemplación y la visión. ¿Seguirías apegado a las pruebas teniendo a quien es el Señalado por ellas? Si te conformas con lo que no es Dios, satisfecho con el velo, y no buscas las puertas para que te hagan pasar a ver al Rey, ¿cómo podrás obtener el conocimiento derivado de la contemplación y la visión directa? Tener fe no te reportará beneficio alguno: el velado de Dios debe buscar el medio de llegar a Dios, tal y como el que quiere realizar la ablución busca el agua, aunque tenga que pagarla. No debe hacer uso del polvo más que cuando se ha asegurado de que no hay agua, tras no encontrar a nadie que lo eleve hacia su Señor. Es entonces cuando se dedica a la prueba y el argumento.

Parte con ello, de manera que todo lo que alcanza en ausencia del agua lo hace con su propia alma, a través de actuar según lo que cree y con incertidumbre sobre su fe, en ausencia de quien a eleve a su Señor. Debe insistir en mantener una creencia (‘aqida) lo más adecuada posible, y dirigirse a su propia alma en toda circunstancia y momento. Dijo uno de ellos:

Si el alma te maneja, repudiala

y parte con ella hasta que se calmen las reclamaciones

demuestrale la verdad de forma clara

a través de lo que la Ley te ha transmitido

y luego con los principios de la vía a través de su gente

marchando en el camino de la salvación con insistencia

Por eso Dios ha dicho: «Si no encontráis agua, haced la ablución seca (tayammum) con arena limpia» (4:43). O sea, debe reforzarse con la prueba y la argumentación, haciendo uso de ello hasta que encuentre a quien le eleve hasta su Señor. Dijo, la paz y las bendiciones sean con él: «Quien actúa siguiendo lo que conoce, Dios le enseña aquello que desconoce».

Explica a continuación como se hacen las plegarias tras hacer la ablución seca:

Se puede rezar una oración obligatoria, y unirla

con una fúnebre o una sunna, eso se permite

Es decir, que quien ha realizado la ablución con tierra no puede pretender la plegaria de la unión, sino sólo la plegaria parcial, puesto que se ve separado por la existencia de lo accidental, que no desaparece de su vista. Se ve limitado por su finitud, al contrario de la purificación absoluta que se da con el agua absoluta. Por otro lado, su purificación está limitada por los límites de la arena. El agua se refiere a los significados espirituales (ma’ani), mientras que la tierra se refiere al mundo sensible (hiss). Hay una gran diferencia entre quien se purifica a través de los significados espirituales y quien lo hace a través de lo sensible. Lo sensible no puede purificar más que lo sensible. El primero conoce a Dios por Dios mismo, el segundo conoce a Dios por lo que no es Dios. «Hay una gran diferencia entre quien señala desde Él y quien señala hacia Él». «Escoge con Su misericordia a quien quiere. Dios es el poseedor del Don inmenso» (2:105)

También hacer una voluntaria primero y hacer

lo obligatorio, pero no la del Viernes (ÿumu’a) si es residente y no se está enfermo

Es posible restringirse a esto que hemos mencionado antes, es decir, para el principiante, aunque realmente sea algo voluntario. También le permite hacer la parte obligatoria si no existe agua o no puede usarla. Pero no puede realizar la oración del Viernes (ÿumu’a), de unión (ÿam’) con Dios, que es lo que anhelan los que conocen por Dios. Por eso dice pero no la del viernes si es residente y no se está enfermo. Solo se alcanza la unión (ÿam’) y la presencia y verifica sus estados con Dios a través de la purificación con el agua absoluta.

Sus partes obligatorias son:

Las faridas son frotar la cara, las manos

hasta las muñecas, primero la intención, y golpear dos veces las manos en la tierra

la continuidad, el hacerlo con polvo limpio

uniéndola al acto, y que la hora ya haya llegado

Estas son las ocho faridas de la ablución seca. Se refiere al credo de la gente común que tienen dificultades para entender el credo de elite. Este credo sólo vale de sustituto al de la gente de la elite en el caso de que falte éste último o que haya una dificultad para llegar a él.

No se puede acudir a ella salvo cuando se cumplen con sus condiciones, y en ausencia de aquello que es más noble, que es el agua absoluta. Si efectivamente se cumplen las condiciones, el que busca a Dios debe cumplir con sus ocho faridas:

La primera es que haya polvo limpio (al-sa’îd al-tayib), y por polvo (sa’îd) se refiere lo que eleva (sa’ada) por encima de la creencia aparente. En cuanto a su interior, es el conocimiento trascendente al que se refiere por agua absoluta. El que diga que sea adecuado (tayib) es que el murid debe poner su objetivo en tener una creencia adecuada, libre de toda ambigüedad.

La segunda es golpear [las manos sobre el polvo] una vez, posando las manos, que es el sujetarse con firmeza a la creencia.

La tercera frotar las manos hasta la muñeca, insistiendo en la firmeza, pues el descuidado no insiste con tanta firmeza.

La cuarta es frotar el rostro. Por el rostro se refiere a concentrarse completamente (al-tawaÿÿuhal-tammâ) hacia la creencia tanto en su exterior como en su interior, con su corazón y su lengua.

La quinta es la intención antes de hacer nada. Quien mantiene esta creencia debe tener una intención correcta en lo que cree. En el fondo debe poner la intención de manera restringida, porque quien realiza la ablución seca no debe persistir en ella; sólo la realizará lo que dure la falta de agua o su necesidad. Quien mantiene la creencia del común no se debe conformar con el velo, de tal forma que viva toda su vida velado y fallezca y resucite velado. Debe tener la intención de progresar. Conformarse al margen de Dios es un pecado. «A cada cual lo que pretendió».

La sexta es la inmediatez. No se debe demorar en confirmar su credo con aquello que mantiene el consenso de la comunidad (iÿma’).

El séptimo es que lo una. Es decir, que vincule este credo que pronuncia con su lengua, pues es necesario que esté vinculado con su corazón, no solo con la lengua. Que mientras pronuncie la trascendencia (tanzîh) esté seguro de la inmanencia (tashbih) o lo que se le parezca.

La octava es que haya llegado el momento, si quien está en esta estación tiene una relación con la presencia divina, cuyo mínimo es que sea durante el momento de la plegaria, aunque sea tras el velo, debe adorar a Dios como si lo viese, manteniendo esta vigilancia con su corazón y su secreto. Si alcanza esta vigilancia tras el velo, sin duda se le abrirá la puerta.

En definitiva, lo que debe hacer es esforzarse en ese momento de presencia, como ha dicho el autor al decir cuando haya llegado el momento. Así es para los que están velados de Dios. En cuanto a los que conocen por Dios, su presencia no se ve limitada por el instante, sino que su presencia es ilimitada, a cada instante reciben más y conocen mejor. Como han dicho los sufíes: «Quien no está en incremento, está en retroceso. Quien está en retroceso, la muerte es mejor que la deserción».

Que la retrase el que espere conseguir agua, el que desespere

que lo haga al inicio, y si no lo sabe, que lo haga enmedio

Quien realiza el tayammum cuando se ve obligado a ello, pueden ocurrirle tres circunstancias: una es que tenga la esperanza de encontrar el agua absoluta, que se refiere al conocimiento de los sufíes, que desea con pasión, buscando que a través de él alguien le eleve hasta su Señor. En su mente está claro que existe y no le vale quedarse limitado a su estación anterior. Lo retrasa, mientras busca con insistencia. Si no lo encuentra, entonces es cuando se restringe a su situación anterior.

El que desespera de que exista este conocimiento especial lo hace o bien porque le falte o bien porque presenta un defecto (‘illa) que se lo impide. en su caso, lo que le corresponde es adelantarla, que es dirigirse hacia el credo común y conformarse con ello por el momento.

El tercero es el que no sabe si habrá o no agua, que es el que se encuentra en una situación intermedia en su búsqueda: tiene una intención de buscar sin duda alguna, pues pregunta por este conocimiento y a los que están vinculados a él, sin negligir en ello. Si no lo encuentra, se conforma con ello, como hemos dicho.

Tras enumerar las faridas habla a continuación de las sunnas.

Las sunnas son el frotar los brazos (mirfaq)

empolvar las manos otra vez, y seguir el orden

Las sunnas del tayammum son tres. La primera el frotar los brazos, que se refiere a sujetarse fuertemente a la creencia para que llegue hasta los codos (mirfaq). Mirfaq es aquello que se articula, es decir, el compañero (rafîq) al que está unido (mustanid ilay-hi), como puede ser a la escuela de al-Asha’ri o a cualquier otra de entre la gente de la sunna, que será su compañero en el camino. Por eso dijo, la paz y las bendiciones sean con él: «Aseguraros un buen compañero antes del viaje».

La segunda sunna es seguir el orden, que es seguir de manera ordenada y al pie de la letra el credo de la gente de la sunna y el consenso, especialmente en sus argumentos, para evitar que las contraargumentaciones aparezcan en su alma o entre sus iguales.

La tercera es empolvar las manos por segunda vez; tras haber tomado el credo de sus detentores por primera vez, lo vuelve a hacer para lograr la certeza, por si en la primera ocasión su entendimiento había tendido alguna confusión.

A continuación enumera cuales son otros actos meritorios (mandubât)

los actos meritorios son nombrar a Dios, y el atributo loable

Entre los actos meritorios están el empezar con el nombre de Dios (tasmiya), invocando a Dios, pero no con el Nombre Inmenso que mencionamos antes, pues eso es algo que está reservado a su gente por ser el camino hacia la santidad (manshûr al-walâya): quien lo recibe, se le ha concedido esta santidad.

El segundo es el atributo loable, pues el que está en esta estación es descrito por los atributos loables, como los actos piadosos, y no contaminado por los rechazables.

lo que lo rompe es igual que en el caso de la ablución

y el que haya agua antes de hacer la oración

y si la hay después, lo debe repetir si todavía está a tiempo

o como en el caso de quien teme que le roben, el que esperaba encontrar agua y hace la oración al comienzo

o si el tiempo se ha terminado para quien está impedido

Lo que rompe el tayyamun son las mismas razones que la ablución, que ya hemos tratado en el capítulo de la ablución. Pero tiene otros elementos que lo rompen, como es el que se presente el agua, que es lo esencial. Quien la encuentra, ha encontrado la verdadera certeza (haqq al-yaqin), anula el conocimiento de la certeza (‘ilm al-yaqîn) que tenía. Si se quedase con él, perdería al que es Señalado a cambio de la prueba. Su deber es elevarse inmediatamente por encima del compromiso que ha establecido con su Señor, que ha quedado anulado por uno más noble, con lo que no le queda otra que cambiar. Como dijo uno de ellos:

Parte hacia la verdadera certeza, por encima

de lo transmitido, de lo que entiendas, que es lo que te separa

Lo que al principio tenía, ahora se ha transformado en lo que lo separa, por lo que debe abandonarlo y elevarse hacia algo más noble, que es la purificación absoluta y dejar atrás de que lo antes hizo. Por eso ha dicho: que lo repita si todavía está a tiempo. Ejemplo de esto, de su dejar atrás la situación en la que se encontraba, es como la del que huye de los ladrones. Y por ladrones se entiende que es el demonio, que Dios nos libre de él. Pero el temor por el demonio no le vale de excusa; se separa de Dios al detenerse con su enemigo, porque para los sufíes el demonio significa el miedo que aparece en el discípulo que le separa de su Señor.

Lo mismo sucede con el que hace la ablución seca, a pesar de tener esperanzas de encontrar agua. Se da por vencido de poder encontrar a quien lo eleve, y se conforma con las pruebas sobre quien es Señalado. Después, cuando encuentra a quien lo eleve y lo haga entrar a la presencia de su Señor, lo rechaza, conforme con lo que tiene.

El tiempo se ha terminado para quien está impedido es el caso de quien escucha que hay un maestro educador (shayj al-tarbiya), cercionándose de que hay quien retire el velo y no camina hacia su puerta. Se queda esperando a quien se haga cargo, esperando a que venga y le dé el secreto. Este también debe arrepentirse de su dejadez y falta de resolución en la búsqueda de Dios, y dice:

Si fuese de la gente de la pasión

marcharía hasta donde alcance la vista

y buscaría quien cambie lo que hay entre yo y los demás

hasta que no quede ni cómo ni dónde.

Sobre la ablución mayor (gusl), del Minah al-Quddusiya del shayj al-Alawi

[Sobre la ablución mayor (gusl)]

Del Minah al-Quddusiyya del shayj al-Alawi, pp. 120-5

Aborda a continuación las reglas de la purificación mayor, que le corresponde a los los más grandes conocedores (al-akâbir min al-‘ârifîn), y no al resto, que están velados (mahÿubîn).

 

Capítulo sobre lo obligatorio de la ablución mayor (gusl): tener presente el objetivo

hacerlo de una vez (fawr), abarcar todo el cuerpo, penetrando entre el cabello

y llegar a las partes recónditas como las corvas,

las axilas, la entrepierna y entre las nalgas

llegando a las partes difíciles con un mandil

o algo parecido como una cuerda o alguien que lo haga por ti

 

La verdadera ablución mayor (gusl) es para los sufíes la separación completa de lo que no es Dios, hasta que para quien se purifica no quede nada de la existencia, sólo el que Concede la existencia (mawÿîd). Antes de esta ablución, el siervo se encuentra en estado de impureza (ÿunub), es decir, alejado de Dios, y no puede acercarse a Dios más que por esta ablución. Porque si no se purifica, este estado de impureza no es adecuado para estar en presencia y compañía de Dios. Sólo puede acceder si se purifica de la impureza de su existencia y del vínculo con la existencia de lo que es otro que Dios. Si así lo hace, entonces está preparado para entrar. Esta ablución mayor separa de todo (tajliya) y adorna con Dios (tahliya).

La verdadera purificación es que el siervo ponga su propósito en extinguirse de sí mismo, de sus congéneres y ante toda manifestación, tal y como dice el autor: tener presente el objetivo, es decir, poner el objetivo en la Esencia, que se hace presente y se aparece al que se purifica, lo aniquila de sí mismo y lo hace subsistir por Él. O sea, subsiste sin ser él. Por eso ha dicho uno de ellos:

Salí del cuando tras la extinción

y desde entonces subsito sin ser yo

¿Quién soy yo, oh yo, si no yo?

Si el siervo se encuentra en tal estado, entonces ya está listo para entrar en la presencia de Dios en ese momento, puesto que no queda velo alguno ante su Señor, y lo que desea de Dios es la visión inmediata (al-ru’ya al-‘aÿila), es decir, la visión del corazón. Por eso ha dicho el autor: tener presente el objetivo, la inmediatez (faur). El objetivo del ‘arif es la visión de Dios, que se le manifiesta inmediatamente, en cuanto termina con la ablución mayor. Esta visión le alcanza por completo; ni en partes o con interrupciones, ni de manera parcial; sino que se le muestra el Verdadero, exaltado y elevado sea, en todas las teofanías posibles (taÿaliyât). Así llega a conocer la realidad de Su palabra: «Doquiera que os volváis, ahí está el Rostro de Dios» (2:115), tanto por medio de la experiencia degustativa como en estado interior (dawqan wa halan). Porque la manifestación de Dios cubre al resto de los seres. Por eso ha dicho el autor del poema abarcar todo el cuerpo, es decir, Sus manifestaciones abarcan a todos los seres, desde lo más elevado a lo más bajo, lo majestuoso y lo pleno. Por eso es una estación de intimidad (jalîliyu), es decir, alcanza la estación del amor íntimo (julla): ell amor por el amado se mezcla con su sangre, su carne y sus huesos, por fuera y por dentro. Por eso dice el autor que que penetre entre (tajlîl) el cabello, porque el amor de Dios debe penetrar en el ‘ârif como penetra el agua en cabello. Como ha dicho alguien:

La vía a mi amado ha permeado (tajallat) mi espíritu

Por ese motivo el Amigo íntimo (jalîl) fue llamado así.

A continuación le aclara al que se purifica que no debe dejar fuera nada de su existencia, haciendo correr el agua absolutamente pura. Si no llega a toda ella, entonces habrá un defecto en su purificación. Quien deja una pizca de su existencia frente a la existencia de su Señor, es como si lo hubiese dejado todo y estará lejos de Dios. Si deja fuera un pelo de su existencia, porque no la ha extinguido, es como si hubiese dejado todas las impurezas. Por eso ha dicho, la paz y las bendiciones sean con él: «Bajo cada uno de los cabellos hay impureza», es decir, bajo todo cabello de tu existencia, oh tú, buscador que vives en la separación. Si no lo extingues, quedará la impureza en ti. Y la verdadera impureza es la lejanía de Dios -que Dios nos guarde-. Así que busca atento qué es lo que se esconde de tu existencia, lo que queda oculto de tus atributos y no dejes nada, pues cualquier pequeña cosa que dejes de tu alma te apartará de tu Señor. Si te resulta difícil, busca la mediación de otro, o confiate a otro para que te ayude, como ha dicho el autor:

 

llegando a las partes difíciles con un mandil,

o algo parecido como una cuerda o confialo a alguien que lo haga por ti.

 

Despúes de enumerar las faridas, comienza con sus sunnas:

 

Entre las sunnas están, enjuagarse la boca, limpiar las manos

al comienzo, el aspirar agua por la nariz, y humedecer los oídos

 

Entre las sunnas de los sufíes está el comenzar limpiando las manos. Lo que se pretende con ello es dejarlas límpidas a través del agua adecuada para la purificación, frotándolas con insistencia. Después viene el enjuagar la boca, para que el agua llegue al gusto (dhawuq) del que busca a Dios, y así tenga un anticipo del estado al que va a llegar. Esta estación es la que se denomina «degustativa» (al-dhawuq), que aumenta el deseo (rugba). Luego aspira agua por la nariz con fuerza, de manera que aumenta su excitación (qalqa).Asíi llega a tener necesidad de esta purificación y escucha con el oído de su espíritu que le dice: «Purifícate, pues eres de los que se purifican», cumpliendo con esta ablución con el permiso de Dios y de Su profeta. Esta son sus sunnas. En cuanto a sus actos meritorios, son:

 

Es meritorio comenzar limpiando la impureza

invocar el nombre de Dios, lavar la cabeza tres veces

realizar la ablución menor previamente, usar poca agua

empezar por arriba y por la derecha, así que síguelas

 

No queda duda de que primero debe comenzar retirando la impureza, como son todas las cualidades censurables, para luego definir el resto de requisitos. Porque no se puede empezar a realizar actos loables si sigue vistiendo los censurables. Es como adornarse antes de deshacerse de todo, lo que no producirá efecto alguno.

Por eso, antes de de comenzar con la purificación, debe invocar el Nombre para revestirse con él, hasta que le alcance la extinción en el Nombrado. Así debe prodigarse en la invocación de la lengua, el corazón y el secreto, hasta que el que invoca se pierda en el Invocado.

El tercero de los actos meritorios es lavar la cabeza tres veces. La limpieza se lleva a cabo en tres veces: la primera es por la extinción en las acciones, la segunda es por la extinción de los atributos, y la tercera es en la manifestación de la esencia.

La cuarta es que comience realizando la ablución menor en el resto del cuerpo, es decir, la purificación de los atributos que mencionamos en su lugar. Se purifican por la ablución menor, y luego se completa con la ablución mayor.

El quinto es que quien tiene el agua, que es el maestro, no debe usar mucha agua, que es la realidad espiritual, sobre el discípulo que se purifica, no vaya que se vea desbordado por las efusiones. Más bien conviene que se la vaya proporcionando poco a poco, para que ocurra en el discípulo lo que tenga que ocurrir.

La quinta y la sexta son que se empiece por arriba y las partes derechas. Sobre esto ya hemos hablado en la ablución menor.

A continuación trata cuales son la purificación de las faltas, a las que se refiere a continuación como las partes pudendas (faraÿ).

Comienza por limpiar las partes pudendas, tras lo cual abstente

de tocarlas con el interior o el exterior de las manos

o los dedos. Si los tocas, al finalizar

repite la ablución menor que hiciste

 

O sea, comienza por purificar las faltas primero, y tras ello abstente de ello, pues no debes regresar a ello jamás. No debe hablar de ellas, ni mencionarlas ante su maestro y hermanos tras haberse purificado de ellas. Si las volviese a tocar por segunda vez, debe volver a realizar la ablución menor, como lo hizo antes, tal y como ha dicho el autor, porque tal ablución no fue verdadera, pues si lo hubiese sido, no podría haberle ocurrido de nuevo. Por eso debe renovar la ablución, pero la ablución menor. Porque la ablución mayor no se anula más que por cuatro impurezas mayores, que son:

 

Es obligatorio tras las menstruación, tras acabar los loquios,

la eyaculación y si se se produce la cópula

 

Los sufíes no hacen distinción de grados sobre esta impureza mayor (ÿanaba), que es la lejanía de Dios y el rechazado (que Dios nos proteja de ello), pues supone para el discípulo el regreso al velo tal y como estaba antes. No regresa más que por una de estas cuatro; si aparece una de ellas, se le hace obligatorio lo que hemos dicho, puesto que se ha manchado, regresando a ser como lo era antes o incluso peor todavía.

La primera que produce el rechazo es la negación de la verdad (haqîqa), puesto que supone rechazarla después de que se le haya ofrecido saboreaarla.

La segunda es el rechazo de la Ley (shari’a), pues deja de realizar sus actos con conciencia.

La tercera es perder el respeto por el maestro a través del cual recibió este don, pues él fue el medio (wasîla) para llegar a Dios.

El cuarto es verse atrapado en la desobediencia a Dios e insistir en ella.

Quien es descrito por cualquiera de estos cuatro atributos, se ve sometido al velo y la impureza que supone la lejanía de Dios, y se le prohíbe la compañía de Dios, el hablar con Él, el postrarse y mirarlo. Por eso dice a continuación:

 

Los dos primeros impiden la cópula hasta que

no se realice la ablución, y los otros dos el recitar el Corán

y todos ellos, entrar en una mezquita. Olvidar una parte de la ablución

requiere lo mismo que en la ablución menor, solo la hay que completar

 

O sea, si aparece cualquiera de las cuatro cosas, no puede entrar en la mezquita, es decir, que no puede entrar en la presencia de Dios; mientras esté revestido de tal impureza, no puede realizar ninguna de las cosas que a uno lo acercan a Dios y Su Profeta, pues en ese momento tiene las características contrarias. Cuando cesan de estar presentes, lo que le corresponde es purificarse y arrepentirse ante Dios. «Dios ama a aquellos que se arrepienten y se purifican» (2:222).

Quien olvida uno de los elementos de la ablución mayor, Olvidar una parte de la ablución requiere lo mismo que en la ablución menor, solo la hay que completar, tiene que hacer lo mismo que quien se olvida de una parte de la ablución menor. Debe realizar lo que se le olvidó, sin repetirlo entero, porque el resto había quedado purificado.

Sobre lo que anula la ablución, del Minah al-Quddusiya del shayj al-Alawi

[Sobre lo que rompe la ablución]

El autor aborda a continuación la suciedad (jabiza) que aparecen en el alma, como la orina, las heces y lo que se le parece. Comparar el alma que incita al mal (al-nafs al-amara) con la impureza (naÿâsa) es adecuado, puesto que el alma, para los sufís, es la mayor de las impurezas. Es por esta razón por la que se refiere a ella de esta forma, por aquellos atributos que de ella surgen, mostrando su suciedad.

Lo que rompe la ablución son dieciséis cosas

La orina, la ventosidad, el escape de orina, si no es incontinencia

defecar, el sueño profundo, el líquido seminal

la embriaguez, el desmayo, la enajenación, la secreción ureteral

las caricias y el beso, tanto si se encuentra

placer con ello como si era la intención

el introducir los dedos en la vagina o el tocar el pene

el dudar si se ha roto, y el renegar de la fe

El alma es algo mucho más impuro que lo que el autor ha comentado en estos versos. Si cualquiera de ellos aparece en quien se ha purificado, demuestra es que ya no sigue estando puro, que se ha roto el pacto que existía entre él y su Señor, pues la ablución es el pacto (‘aqd) entre el amante y el amado. Si se manifiesta lo que lo rompe, precisa renovarlo.

Las causas de la ruptura de la ablución incluyen: las que el ser humano sabe que tiene dentro de sí; las que se manifiestan en su exterior; y las que son medios que conllevan a su ruptura. Todas ellas le obligan a renovar su purificación si se presenta alguno de estos atributos, evitando permanecer con aquello que lo ha roto. Si permanece en tal estado, no le beneficiará en nada renovar la ablución, pues es como si se lo tomase a broma. Lo que debe hacer es tratar de guardar ese estado de pureza, de manera que cuando aparezca alguno de esos elementos que rompen la ablución, se debe dirigir a renovarla sin perder el tiempo en cuanto pueda, puesto que esta ruptura lo ha expulsado de la presencia de su Señor y lo ha devuelto a sí mismo (o su propia alma). Quien se ha purificado no se conforma con la separación (fasl) tras haber estado unido (wasl); así que cuando se le aparece lo que impone la separación, enseñándole la presencia del alma, trata de superarlo y busca la ayuda para regresar a su estado de pureza.

Aquello que nos informa de la existencia del alma, de que todavía está, son dieciséis, como ha mencionado el autor:

La primera es lo que se vislumbra en el exterior del purificado, es decir lo que sale de él, lo que surge de los miembros del común de la gente antes de involucrarse con la vía. O sea, es un atributo habitual en ellos, hasta que alguno de ellos toma la vía. desde ese momento lo que les corresponde es enfrentarse a lo que es normal en ellos y purificarse de ello, tal y como le corresponde. Si tal atributo regresa a él, es un aviso de que su alma todavía queda viva, señal todavía está, puesto que se manifiesta aquello que le hace perder su estación (maqâm). No se puede decir que esto sea solo algo del exterior, puesto que el exterior es lo que anuncia el interior, revela lo que hay dentro. Lo que sale por la lengua no es más que una muestra de lo que se esconde dentro, puesto que la lengua es el intérprete del interior. Las cosas que salen al exterior por medio de la lengua son seis: la mentira, la difamación, la maledicencia, la blasfemia, la burla y ser irascible. Esto es lo que se manifiesta en el exterior del ser humano. Sin duda estos atributos son la prueba más contundente de la existencia del alma.

El segundo grupo, lo que el ser humano sabe que hay en su interior, son la hipocresía, la envidia, la animadversión, la enemistad, la farsa, la traición, la altivez y la pereza ante la obediencia. Estos son ocho de los muchos que rompen la purificación, de los que el ser humano sabe que hay en su interior. Si encuentra alguno de ellos y certifica que están en su interior, lo que debe hacer es ser sincero con su Señor y ponerse a purificarlo, puesto que ha regresado a lo que cierra las puertas y hace descender el velo.

Y las cosas conducen a romper la ablución son dos: la primera es la compañía de la gente normal; la segunda el amor por reunir aumentar las riquezas. Cada una de las dos afectan de manera diferente a la ruptura, que es la presencia del alma.

Por eso, quien se ve afectado por alguna de estas cosas que imponen la presencia del alma, debe realizar de nuevo la ablución con premura, purificar sus estados con Dios, haciendo regresar su corazón hacia su Señor con humildad y congoja, y que examine qué le falta de pureza y amor (widâd), para que arrepienta con respecto a lo que le falta, pues Dios acepta a todo el que se vuelve arrepentido hacia Él. Porque esta ruptura de la ablución sólo ocurre poruq el que se purifica no ha eliminado todo rastro de suciedad, puesto que no se purificó tal y como era necesario. Su arrepentimiento no ha sido completo, puesto que ha dejado cosas escondidas, que han hecho que se multipliquen las rupturas de la ablución.

Por eso el autor aclara cómo hay que eliminar toda suciedad, para que la purificación del que hace la ablución sea completa.

y se debe limpiar el ano y la uretra además

de agitar y exprimir el pene (dakar), pero sin violencia

Es decir, quien quiere entrar en la presencia de Dios debe vaciar lo que hay dentro de él de la suciedad del pecado, hasta no dejar nada en su interior ni en su exterior de los atributos del alma, puesto que el alma que se inclina  al mal (al-nafsal-amara) es la más sucia de los seres, aunque peor es plegarse a sus exigencias. Por eso, el que se purifica debe librarse de toda suciedad y vaciarla completamente de ella, sacándola de este estado detestable para llevarla a uno elogiable a través de su limpieza y descarga de todos los miembros, como ha dicho el autor agitando y exprimiendo, pero sin violencia, es decir, oh murid, no dejes nada de los atributos de tu alma. Para alcanzarlo Todo, dirígete al Todo.

Se puede usar algo seco para limpiar la orina del pene

y las heces, pero no si son muchas o se esparcen

Es decir, que el hombre (dakar), es decir, el varón que ha alcanzado la unión, no quien está en el nivel de las mujeres que están obligadas a llevar el velo, puede limpiar la suciedad con lo que quiera, pues para él todo tiene la función del agua. Así es mientras aparezca en quien ha llegado a la unión (wâsil) algún atributo detestable sin que haya pecado. «Aquellos que son temerosos, si les importuna una insinuación del demonio, recuerdan clarividentes» (7:201). O sea, puede retirar esta suciedad con lo que encuentre, puesto que la suciedad de quien ha llegado se puede retirar con cualquier cosa, puesto que es algo accidental, no algo esencial. Al contrario de lo que le ocurre a quien está velado, que no ha llegado a la estación de los hombres. Este no la puede retirar más que con el agua absolutamente pura, que mencionamos al principio.

Esta enseñanza sólo es válida para el sufí si la suciedad producto de la falta no se esparce, pues se encontraba unido. Pero si es mucha y permanece en ella, entonces se hace imprescindible que use el agua absolutamente pura. Por eso ha dicho el autor: a no ser que sea mucha o se esparza.

Sobre los requisitos de la ablución, del Minah al-Quddusiya del shayj al-Alawi

bismillah

Sobre los requisitos de la ablución menor (wudu) según la Manzuma de Ibn Ashir, comentados por el shayj al-Alawi en su al-Minah al-Quddusiya.

 

[Sobre las condiciones de la ablución]

 

Tras dedicarle unas palabras al agua que es purificadora, aclara cuales son los principios de esta purificación, comenzando por la ablución menor (al-tahâra al-sugrà), puesto que es la más difundida y realizada tanto entre el común de los sufíes como entre su élite, al contrario que la ablución mayor, que sólo es adecuada para los profetas y para los más grandes santos, que trataremos después, si Dios quiere.

 

Sobre las partes obligatorias de la ablución, que son…

 

Para indicarnos que las partes obligatorias (farâìd) de la ablución menor son siete, ninguna más, y si usa el femenino es para indicar que son siete faridas, como los siete días de la creación (taqdîr). Estas hacen referencia a los siete atributos en los que es necesario que el ‘arif se extinga hasta que se purifique totalmente. Estos son: el poder (qudra), la voluntad (irâda), el conocimiento (‘ilm), la vida (haya), la audición (sama’), la visión (basar) y la palabra (kalam). Estas son las siete obligaciones de la ablución que es necesario que quien se purifique elimine, pues con ello borra todos sus atributos con los atributos de su Señor, hasta lograr la purificación. En este sentido han dicho los sufíes, que Dios esté complacido con ellos: «Realiza, oh tu que te purificas, cuales son tus atributos, para que te sostenga con Sus atributos.» A continuación aclara cuales son tales atributos:

 

frotar bien, que sea de seguido y poner la intención al comenzar

la intención de eliminar la impureza, realizar un acto que la requiere,

para el que es preferible tenerla o algo que no se puede hacer sin tenerla

 

Es decir, que el que hace la ablución debe asegurarse de que frota bien, es decir, que el agua pura llega hasta el lugar que se ve afectado por sus atributos, para que sea liberado (yuntaliq) por su ilimitación (itlâq). Por lo tanto no debe dejar nada de los atributos que le quedan, no sea que le impidan estar con Dios. En cuanto a que sea seguido (faur) se refiere a la prontitud (‘aÿal) y decisión de hacer la ablución inmediatamente, sin pausa, no vaya que las vicisitudes de la vida le opriman y le separen de su Señor, muera tal y como haya vivido, y sea resucitado tal y como murió. Que Dios nos guarde y todos los musulmanes.

El que realiza la ablución debe también manifestar una intención correcta en pos de la estación que desea, para poder cumplir con las condiciones necesarias para entrar en la presencia de su Señor por medio de esta ablución. Por eso le incumbe poner la intención en tal ablución de retirar las impurezas (huduz), es decir, todo lo que no es Dios, que es lo accidental (hâdiz). Mientras duren los seres creados, no desaparecerán de su vista y no entrará en la presencia de su Señor, puesto que son impedimentos y distracciones en el camino. Por eso ha dicho:

 

la intención de eliminar la impureza, realizar un acto que la requiere,

para el que es preferible tenerla o algo que no se puede hacer sin tenerla

 

Lo que no es Dios es algo prohibido y fútil, sin base alguna. Debe deshacerse de la ilusión, que es lo que impide que el siervo llegue a su Señor.

Tras ello aborda el orden para hacer la ablución y le despierta para que abandone cada uno de sus atributos, de tal manera que su ablución sea completada a partir de ahí.

 

Limpiar la cara, las manos

humedecer la cabeza, limpiar los pies

lo obligatorio es lo que hay entre ambas orejas

y hasta los codos y los tobillos

y frotar entre los dedos de las manos, el pelo

de la barba, para que la piel que hay debajo se purifique

 

Insiste a quien hace la ablución que debe frotar bien desde los miembros de su espiritualidad (rûhâniya) y sus atributos, hasta sus miembros humanos, como son su cabeza, sus manos, sus pies,… Pero Dios es el que se hace cargo (yatawalla) estos miembros exteriores. Al siervo, lo que le incumbe es limpiarlos cumpliendo con lo obligatorios descritos, puesto que Dios ama que el siervo se acerque a através de estos actos obligatorios. Por eso ha dicho, la paz y las bendiciones sean con él, transmitiendo las palabras de su Señor, el Elevado: «Mi siervo no se acerca a Mi con algo que ame más que el cumplir con los actos obligatorios (farâ`id). Y con los actos voluntarios (nawâfil) no deja de acercarse a Mi, hasta que lo amo. Y cuando lo amo, soy el oído con el que oye, la vista con la que ve, la mano con la que agarra, y los pies con los que camina,….» Este es el culmen de la purificación en su aspecto externo e interno. Por eso el siervo se debe ocupar de los siete actos obligatorios que hemos mencionado, hasta que obtenga la cercanía de su Señor, Dios tome el control de su mano, sus pies y el resto de sus miembros…

Tras terminar con la parte obligatoria de la ablución, muestra cuales son las sunnas de la ablución:

 

Primero las sunnas, que son siete: empezar con las manos

tras pasar el agua por la cabeza limpiar los oídos

limpiar la boca, sorber agua por la nariz y echarla

mantener el orden de las faridas, esto es lo mejor

 

Las sunnas de la ablución menor son siete, y lo que se pretende con ello es la purificación de los siete miembros: las manos, los pies, los ojos, los oídos, la lengua, el estómago y los genitales. Estos son los siete miembros que debe purificar quien desea entrar en la presencia divina antes de comenzar con el rito de la ablución. Por eso dice: Primero las sunnas, que son siete. El purificar estos miembros es necesaria al principio. La purificación de los siete miembros es una sunna de los sufíes, por lo que el discípulo que quiere purificarse debe purificar sus miembros primero de todas las faltas. Por eso ha dicho alguien:

 

Limpia los miembros de los pecados

y las cosas dudosas, y no acudas a nadie más

Extingue de ti lo que quede de cualquier arte

y extínguete de tu propia extinción, así lo alcanzarás

 

Las cosas dudosas (shabahât) se refieren a lo que no son los miembros o pecados, como pueden ser algunas características superfluas que puede haber en el murîd relacionadas con algunos de sus miembros como la boca, el olfato, etc. Por ejemplo, lo superfluo relacionado con la boca puede ser el fumar o tomar mucho ajo, y las relacionadas con la nariz, como esnifar tabaco (nif) o los malos olores. El murîd debe, por lo tanto, dejar todos estos hábitos detestables que nunca han realizado los antecesores, para luego cumplir con lo obligatorio a partir de ahí. El autor del poema ha señalado esto cuando dice limpiar la boca, sorber agua por la nariz y echarla, mantener el orden de las faridas, esto es lo mejor. Es decir, seguir el orden de las faridas tras ello, y que esto es lo que consideran mejor los sufíes en cuanto a la purificación.

Tras terminar con lo obligatorio y las sunnas, comenta cuáles son los actos deseables (mustahabât).

 

Los actos virtuosos son once:

decir «bimillah», hacerlo en un lugar limpio,

usar poca agua, poner el agua a la derecha,

limpiar dos o tres veces,

empezar por la derecha, usar el cepillo (siwak) y es aconsejable

seguir el orden de las sunnas con las partes obligatorias

y humedecer la cabeza desde adelante

y frotar entre los dedos de los pies

 

Aborda a continuación cuales son los actos meritorios, y menciona que son once las que se le solicitan a quien realiza la ablución.

La primera es pronunciar el «bismillâh». El murîd, antes de realizar la ablución, debe haber recordado el Nombre Inmenso (al-ism al-‘azam) hasta extinguirse en él, para que así pueda conseguir la extinción en los Atributos sin dificultad.

La segunda es que el lugar esté limpio para recordar el Nombre, que se refiere al lugar del retiro (jalwa). El faquir debe procurar que el lugar del recuerdo esté limpio, tanto el cuerpo como el lugar.

El tercero es usar poca agua, que significa que el murîd no debe lanzarse a las realidades espirituales antes de que éstas no acudan a él, pues si las adelanta antes de que lleguen a él o hace uso de ellas por encima de lo que le resulta adecuado, corre el riesgo de que altere su humor y le haga perder su intención, debido al desbordamiento de este agua sobre él.

El cuarto es tener a la derecha el recipiente, y por recipiente se entiende aquello que transporta el secreto de la divindiad, que no es otro que el guía (murshid). Sobre esto han dicho que debe tenerlo a su derecha y ennoblecerlo a sus ojos, puesto que es quien carga con el secreto, y nunca debe despreciar su importancia. El murid debe venerarlo, ennoblecerlo y tenerlo en consideración por aquello que hay en su interior.

El quinto es lavar dos o tres veces. Lo que significa lavar una segunda o tercera vez es que debe extinguirse en los Nombres y los Actos. En cuanto a la extinción de los Atributos, ya hemos hablado sobre ella, pues es un acto obligatorio.

El séptimo (sic) es comenzar por la derecha, porque en el inicio de su caminar en el camino el murid debe comenzar por sus hermanos que están a la derecha, pues debe saludar empezando por la derecha a todos ellos, y no mostrarse superior a ninguno de ellos, tratando a todos ellos como si fuesen más nobles que él.

El octavo es el uso del cepillo (siwâk), y es porque lo propio es que el murîd se cepille antes de realizar la invocación, para que su aliento sea agradable para ello.

El noveno es seguir el orden de las sunnas y las faridas. Si es así es porque precede purificar los miembros más importantes primero, y por eso es importante purificar primero los ojos, los oídos, la lengua, antes de purificar el resto. Todos los pecados salen primero de la cabeza, es decir, de los miembros situados en la cabeza, como la lengua. Los miembros buscan continuamente lo que los satisface. Si toman su control, sufren por medio de ello. Así, los ojos, si miran a aquellos que Dios les ha prohibido, es como un veneno mortal, es una flecha que alcanza el corazón a través de los ojos. Así que cuando el ser humano baja su mirada, guarda su lengua y tapa sus oídos, no le cuesta mantener el resto de sus miembros purificados. Por eso debe comenzar primero la purificación por los que hay en la cabeza.

La decimoprimera es frotar bien entre los dedos de sus pies, que se refiere a no debe dejar ninguna parte desde la coronilla hasta la punta del pie, sin que sea lavada por el agua que habíamos mencionado. Por eso ha dicho: humedecer la cabeza desde adelante y frotar entre los dedos de los pies, es decir, que si no deja nada por cubrir en su ablución, habrá completado la purificación tal y como Dios manda. A continuación hace una descripción de cuáles son actos desaconsejables en la ablución.

 

Es detestable abarcar más que lo obligatorio

en cuanto a lavar, y lavar más partes que las indicadas

 

O sea, que le desaconseja al que hace la ablución que se traspase y abarque más de lo obligatorio que se ha mencionado, que son los atributos. Se debe limitar a ellos y no buscar otros atributos, como el de la percepción (idrâk), puesto que los conocimientos sobre ello se pueden alargar, y el murid, en su fase de aprendizaje no sabe qué es lo que está diciendo. Por eso es algo desaconsejable el que busque más de lo que hemos mencionado. Si llega a traspasar lo fijado por la Ley, es decir, entra en la extinción en la Esencia, quizás encontrará a Dios, exaltado sea, en su percepción de las cosas en un modo del que no podrá comprender.

También es algo desaconsejado que limpie más veces de lo que dispone la Ley de los sufíes, que es simplemente realizar tres veces el lavado en la ablución menor, que son la extinción en los Nombres, en los Actos y en los Atributos. No debe lavar cuatro o más veces por su propia iniciativa, pues se trata de la extinción en la Esencia, puesto que pretenderla sin la mediación de un maestro, no cabe duda de que lo llevará a la destrucción al carecer de un compañero. Por eso ha dicho el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él: «Elige el compañero antes que el viaje», especialmente en esta estación y asunto tan importante.

 

el que interrumpe la ablución que siga si no ha pasado mucho tiempo,

y no ha dado tiempo a que seque

 

Antes ya se ha dicho que la inmediatez es algo requerido tanto en su comienzo como en su continuación. Quien no puede, porque se ha parado con alguna dificultad en la ablución, como la imposibilidad que produce que el maestro haya fallecido, o alguna otra cuestión que los separe y haga imposible la comunicación, debe reunirse él o con alguno de los sabios (‘ârif) por Dios, y debe continuar a partir del punto en el que se quedó en la ablución. si se quedó en la extinción en los Nombres, debe continuar por ahí, y si fue en los Actos, debe completarlo y seguir por los Atributos. Eso es lo que debe hacer quien se ha visto interrumpido, siempre esta interrupción se haya producido de manera impuesta. Pero si este retraso se ha debido a la pereza o desinterés, entonces este no es el caso, sino que debe comenzar una ablución nueva. y pedimos a Dios que se lo acepte, puesto que se ha tomado como un juego lo que estaba haciendo.

Debes saber que quien continúa con la ablución tiene otra condición: que haya sido hace poco (qurba) y no haya transcurrido mucho tiempo, lo cual hace referencia a la proxímidad (qurb) y la lejanía (bu’ud). Si no ha dejado de estar próximo a Dios, no hay problema en que continúe desde donde lo dejó. En cambio, sí se alejó de Dios, no le queda otra que volver a hacer lo anterior.

Esta proximidad o lejanía, a la que se refiere aquí por la sequedad de los miembros, es la dureza del corazón (qasâwa al-qalb). Si los miembros del que realiza la ablución no se han secado de la obediencia e insisten, sin cejar de permanecer obedientes a Dios, exaltado sea, y el corazón no se endurece y no cesa de fluir en él el asombro (mû’azama), es un signo de la proximidad a Dios, entonces debe seguir desde donde lo había dejado. Pero si no encuentra tales atributos, porque se ha endurecido su corazón y se han secado sus miembros de actos de obediencia, entonces no vale, y debe comenzar una nueva ablución a manos de un ‘arif realizado, conocedor de las reglas de la purificación. ¡La perfección es de Dios!

Después de hablar de esta desecación, comenta que pasa si se ha olvidado alguna de las partes obligatorias de la ablución.

Si recuerda que dejó una farida después de mucho, que haga

solo esa, y si todavía está cerca, que la complete

 

Es decir, quien recuerda que ha olvidado una farida de la purificación cuando ya ha pasado un tiempo, o sea, cuando ya ha terminado, y se le recuerda por parte de la gente de la vía que conoce los principios de la purificación espiritual, encontrando que sus palabras son justas y sinceras, entonces su caso es el de quien se ha purificado de algunos atributos y de otros no. Lo que debe hacer en ese caso es recuperar lo que le falta, es decir, cercionarse de lo que le falta inmediatamente, si es que lo ha recordado después de un tiempo. Si se le dice pronto, mientras todavía está realizando la ablución, lo que debe hacer es completarla desde ese punto, pues todavía está en ello.

Aborda a continuación la cuestión de la condición de la plegaria que se ha realizado en esa situación.

 

Si ha rezado, no le vale. Y quien recuerda que ha dejado

una sunna, que la complete, para las que vengan

 

Es decir, si ha abandonado una farida, le llama la atención porque ha perdido la plegaria de la unión, pues la anulado al recordar la farida que no realizó en la purificación, que una condición imprescindible para que la plegaria sea válida. Por eso debe completar la purificación, y realizar la plegaria de nuevo. Esa es el criterio cuando se deja una farida.

Si en cambio lo que no se ha hecho de la purificación es una sunna, como dejar uno de los siete miembros sin purificar, por olvido, no de manera deliberada, y se acuerda después, lo que debe hacer es purificar lo que falta para el resto de las oraciones sin cortar la plegaria. Debe permanecer en ella, y después purificar tal miembro. Si lo ha dejado de hacer de forma consciente, entonces, su plegaria se ve invalidada, y será como el que se lo toma a broma. ¿Cómo va a dejar un miembro revestido con el pecado, si va a estar en la presencia del Misericordioso? ¡Que Dios nos libre! Los ‘arifîn son los puros y los que se han purificado, tanto exterior como interiormente.

Sobre el agua de la purificación ritual, del Minah al-quddusiya del shayj al-Alawi

bismillah

Aunque Martin Lings ya había traducido parte de este texto en «Un santo sufí del siglo XX», me he atrevido a volver a traducirlo desde el árabe. Me estoy volviendo a leer este texto del shayj al-Alawi, el Minah al-Quddusiya, pero esta vez en árabe. Y aunque no llego al nivel de compresión del árabe y el manejo del idioma de M. Lings, creo que es un trabajo que merece la pena ser llevado a cabo.

Para quien no sepa de qué va, se trata de la obra más conocida del shayj al-Alawi. Se trata de una interpretación sufí de un texto de un alfaquí, Ibn Ashir, sobre los principios de la religión, los pilares de la adoración y los elementos del sufismo. El shayj al-Alawi extrae de este texto, a primera vista áspero, toda una serie de tesoros sobre el significado de los principios de la creencia y los actos de adoración. En este blog ya hemos traducido algunos extractos.

salam

Nuruddin

Capítulo de la purificación

Sobre las cualidades del agua purificadora.

de al-Minah al-Quddusiya del shayj al-Alawi. pp. 105 y pass.

[Dijo ibn Ashir en su poema:]

Capítulo. La purificación se logra con agua

libre de toda alteración por cualquier cosa

Así nos informa de que la purificación (tahâra) se logra con el agua absolutamente pura (mutlaq), que es el agua del mundo oculto, es decir, límpida (safa). Esta agua fluye hacia el mundo manifiesto (alam al-shahada) bajo diversas apariencias, aunque es una en su multiplicidad. Es una manifestación que se oculta en sí misma debido a la fuerza de su manifestación, más no deja de ser absoluta (mutlaq) en su limitación. Este agua a salvo de toda alteración es la adecuada para la purificación. Sobre esto ha dicho uno de los ‘arif:

Haz la ablución con el agua del mundo oculto, si eres de lo que tienen el secreto

si no, haz la ablución seca (tayamun) con polvo o una piedra

ponte delante como imam si has llegado a serlo

y reza la oración del mediodía al inicio del de la tarde

pues esta es la plegaria de los que conocen por su Señor

Si eres de ellos, moja la tierra firme con el océano

Esta es el agua del mundo oculto (gayb), la adecuada para la purificación, y el resto de aguas, con respecto a esta, son como el polvo; solo sirven cuando se carece de esta agua. Así que la condición de este agua, para que sea adecuada para la purificación es que esté libre de alteración. O sea, por esta limitación, quedan excluidas el agua del dominio terrestre (mulk) y del dominio espiritual (malakût), pues ambas están alteradas por algo que no estaba en su origen. Por lo tanto, la que queda dentro del ámbito de la ley, y a la luz de este conocimiento le conviene tal nombre, es el agua del dominio divino (ÿabarût), que es el agua absolutamente pura (mutlâq), libre de toda alteración, pues ha conservado su naturaleza original, sin que se le haya añadido nada ni se haya mezclado con nada, ni se le ha añadido nada (mudâf li-shay), ni es limitada por nada (muqayyad bi-shay), ni está encima de nada, ni debajo de nada; esta es la verdadera cualidad absoluta[1], y a esta es a la que le conviene el nombre de agua sin limitación alguna. Por lo tanto, la purificación del resto de la existencia no se logra más que por esta agua.

Debes saber que los manantiales de este tipo de agua son los corazones de los ‘arifin. El que busca la purificación (murid al-tathîr) lo que le incumbe es dirigirse a sus tiendas y llamar a sus puertas. Si encuentra este agua mencionada, que observe si sufre alguna de las tres limitaciones.[2] Si permanece pura, ha encontrado lo que buscaba. Si encuentra algo diferente que altere su origen al estar mezclada por algo, el criterio es por el de aquello por lo que ha sido alterada. Como ha dicho el autor del poema:

Si ha sido alterada por impureza, arrójala

y si es por algo puro, es adecuada para otras cosas

El que esté alterada por una impureza significa que haya sido alterada por la presencia del alma.[3] Si el alma se mezcla con esta agua, su existencia será como la nada (‘adm): no sirve ni para el uso normal del agua ni para purificarse. Debe ser descartada y alejarse de ella. Si encuentra que está alterada por una sustancia pura, de manera que ha alterado alguno de sus atributos o todos ellos, sirve para otras cosas (‘adda), no para los actos de adoración.[4] Por otras cosas se entiende que es adecuada utilizarla para obedecer las prescripciones, evitar lo prohibido o para realizar actos piadosos como el ayuno, pasar la noche en vela y otros actos parecidos. Pero no para los actos de adoración que suponen un medio para acceder a la presencia y contemplación divinas. Para estas solo sirve el agua a la que nos hemos referido al principio.

Por lo tanto, el agua se divide en tres categorías: impura (naÿas), pura (tâhir) y purificadora (tuhûr). El que tiene el agua impura es quien ha mezclado su agua con el amor de este mundo (dunya) y una excesiva inclinación por este. El que tiene el agua pura es quien la ha mezclado con su amor por el otro mundo (ajira) y su inclinación por este amor le ha llevado a abandonar el amor por Su creador. Quien tiene el agua purificadora es quien no la ha mezclado con nada ni le ha añadido nada, carece de expectativas y no aspira a nada que no sea su Señor. No se conforma con nada más que con Dios, sus actos de adoración (ibâda) van dirigido a Dios por Dios, como dijo uno de ellos:

Todos ellos adoran por temor al Fuego

y consideran la salvación una gran suerte

o por descansar en el Jardin y disfrutar

de los vergeles y beber del Salsabil

Pero yo no tengo interés en el Jardín o el Fuego

no quiero nada a cambio de mi Amado

La vía a mi amado ha permeado mi espíritu

Por ese motivo el Amigo íntimo fue llamado así.

Esta es la verdadera pureza del agua y su acción purificadora. Quien no encuentra este agua vive privado. Cualquier persona inteligente debe esforzarse en su búsqueda y no conformarse con ninguna otra. Que se esfuerce hasta encontrarla, aunque tuviese que gastar en ello toda su riqueza y su propia persona.

El agua no se considera alterada si es por algo habitual en el agua. Y por eso dice el autor a continuación:

A no ser que se mezcle con algo habitual

como el limo, y es pura como el hielo derretido

En este verso aborda la cuestión del resto de las aguas. Es agua alterada por algo habitual, así como del hielo cuando se deshace tras haberse solidificado. El agua del dominio espiritual (malakût), que hemos mencionado antes, que ha sido alterada por algo diferente a su composición original, pero esta modificación en algo habitual, es válida. Confirma que se puede utilizar tanto para el uso habitual como para la adoración, a no ser que esté disponible para la adoración el agua que mencionamos primero. También indica con este verso que el agua del dominio terrenal (mulk), es decir, el mundo de lo sensible (hiss), si se derrite tras haberse solidificado, es como el agua absolutamente pura (mutlaq), puesto que el mundo, tiene su origen en lo absoluto (itlâq), y si regresa a su estado original, significa regresar a su origen. Como ha dicho el autor de ‘Ayiniya, que Dios esté complacido con él:

La existencia es, en definitiva, como el hielo

y tu provienes del agua que de él se derrite

pero al derretirse el hielo cambia su criterio

y adquiere el del agua, cuando esto ocurre

Si el hielo se derrite, ya no está bajo el criterio que afecta a este, sino que adquiere el del agua, y por eso dice el autor y es pura como el hielo derretido. La conclusión es que la impureza (hadaz) y la suciedad (jabiza) no desaparecen más que por la presencia del agua purificadora. Y Por impureza (hadaz) quiere decir lo accidental (hudûz), es decir, la existencia de otro [que el Eterno (qadim)]. Esta no desaparece del corazón del ‘arif ni es borrado de su visión interior y sustituido por la eternidad (qadm) más que con la presencia de esta agua y su purificación por medio de ella. Si no hace así, permanecerá alejado de la presencia de su Señor, no estará listo para entrar y sentarse en ella. De la misma manera esta impureza no podrá cambiar a la vista del siervo su criterio legal, mientras no vierta sobre la apariencia de los seres este agua absolutamente pura. No puede desaparecer con otra cosa. ¿Cómo podría cambiar el criterio de esta impureza, si la observa el mismo, hasta tal punto que se asienta en su corazón la existencia del mundo? Es imposible juzgar la apariencia de los seres por aquello que no se conoce, de igual manera que hacer desaparecer de su vista este criterio de impureza y juzgarlos como puros. ¿Cómo lo hará, si ve lo que hay en ellos de oposición y desobediencia, de infidelidad, de hipocresía, de idolatría, de disputa y del resto de cualidades parecidas? ¿Cómo? No podrá hasta que no cambie esta mirada por aquella de la que no tenía conocimiento alguno. ¿Cómo podría alguien al ver la letra shin que dentro está la zayn?[5] No hay manera. Solo puede decir lo que ve, pues «las copas rezuman su contenido». Por eso juzga que la mayoría de las criaturas son impuras. Esta idea no puede desaparecer de su corazón y de la existencia salvo a través de esta agua absoluta y purificarse con ella. Si lo consigue, es decir, al lavar la apariencia de los seres con tal agua, lavará con ella su mirada. Y los seres serán purificados al mismo tiempo, y desaparecerá tal juicio de impureza de su vista, y verá lo que antes no veía, como ha dicho uno de ellos:

Limpia tus ojos con las lágrimas siete veces

y vuélvete hacia Él, verás lo que no veías.


[1] Es decir, es «absoluta» (mutlâq) porque no tiene limitación alguna.

[2] Es decir, con respecto al agua física la alteración se deduce porque sus atributos de incolora, insípida y inodora no han sido alterados. En el agua espiritual, porque sus condiciones de pureza se vean alteradas. A continuación el poema enumera bajo qué circunstancias puede verse alterada, cuales son válidas y cuales no.

[3] Mientras que en el ámbito de la Ley se entiende que es por aquello que se considera impuro, como la sangre, heces, orina, vino, o porque haya estado en contacto con animales considerados impuros, como un perro o un cerdo.

[4] O sea, si está mezclada con algo que altera sus cualidades. Desde el punto de vista de la Ley se entiende que si se ha añadido algo que altere su olor, sabor o color, y no es una sustancia impura, deja de ser agua adecuada para la ablución. Pero si sirve para otras tareas, como para lavarse a uno mismo, la ropa o un lugar.

[5] Es decir, en la «fealdad» (shayn) la «belleza» (zayn).