De las cartas de Mulay al-Arabi al-Darqawi: el empeño en la búsqueda

116*

Lo que de verdad quiero para ti es que abandones tu amor por todo [lo que nos es Dios], pues eso es lo que te impide llegar al secreto, el bien, la gracia y la bendición. Quien unas veces depende de una cosa y otras veces de otra es como quien busca agua, excava un poco aquí y un poco por allá. Al final se acaba muriendo de sed porque no encuentra agua, al contrario de quien excava en un solo lugar, confiando en Dios y buscando el apoyo en Él, hasta que alcanza el agua, bebe de ella y da de beber a la gente. Y Dios sabe más.

Han dicho, es decir, el Pueblo de Dios, que Dios esté complacido con ellos: «Llama a una sola puerta y se te abrirán todas las puertas. Sirve a un solo señor y todos te servirán a ti». Quien en su asunto unas veces anhela el Oriente y viaja hacia él, y otras veces lo hace hacia Occidente y viaja hacia él, unas veces se desentiende y otras veces desea, nunca llega. Si hubiese llegado a la proximidad, se quedaría donde le han puesto.

Ha dicho el gran maestro sidi al-Maydhub, que Dios esté complacido con él:

Ha brillado la mañana sobre las noches

y no ha quedado sino mi Señor

La gente visita a Muhammad

y yo lo he hecho habitar mi corazón.

Sobre el recuerdo del Nombre de Dios, de Mulay al-Darqawi

b.

En tiempos como los actuales, donde tantas cosas ocurren, que nos pueden alejar de los fundamentos, no está mal leer y releer las cuestiones básicas de la vía.

270

¡Hermanos! Quien quiera que su infierno sea transformado en paraíso no se debe separar de la sunna. Es el barco salvífico y el espacio de los secretos y los bienes. Quien sube a él se salva, quien lo rechaza, se ahoga. Debes tratar con amabilidad a tu alma en todos sus asuntos sin sobrecargarla (la yatakallaf), puesto que el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, ha dicho: «Yo y los temerosos no mostramos afectación (takalluf)». También dijo: «Haced acopio (aklafu) de las obras que podáis llevar a cabo. Dios solo se cansa si vosotros os cansais». 

Las acciones que se deben realizar son aquellas que son pesadas para el alma, no las que le resultan ligeras. Y lo que le resulta más pesado de veras, con la que obtiene una respuesta y una apertura más rápidas, es con la invocación del Nombre Supremo, el Nombre de Majestad «Allâh«. No hay duda de que quien lo invoca cumpliendo con sus condiciones, le impone a su alma una pesada carga que no tiene alivio alguno. Sus condiciones son: la purificación del cuerpo, de la vestimenta y del lugar; el visualizar (tashajjis) las cinco letras y mantener esta visualización ante sus ojos. Cuando la visualización se disipe, debe esforzarse en visualizarla de nuevo rápidamente. Si se disipa cien veces, otras cien veces debe regresar a ellas. Mantenla alargándolas. Es decir, dí: «A-l-l-aaaaaaaaaaaa-h» y no «Allah, Allah»; y abandona lo que no te concierne, puesto que si dejas lo que no te concierne, con una pequeña obra te bastará.

Si alguien realiza la invocación como hemos descrito y cumple con sus requisitos, Dios retirará el velo que lo separa de Él en tres semanas o menos. Si alguien realiza la invocación como hemos descrito más de siete semanas y Dios todavía no le retira el velo que lo separa de Él, entonces es que no cuenta con una intención, sinceridad, resolución ni certezas suficientes. ¡Y Dios sabe más! Si guardase una buena opinión de Dios, una intención firme y los demás atributos del corazón -y el peso de una brizna de las acciones del corazón es mejor que montañas de las acciones de los miembros- el velo le sería retirado, las puertas abiertas y sería sumergido en el favor del Generoso, del Sustentador. ¡Glorificado sea! ¡No hay divinidad sino Él!

El objetivo de visualizar las letras del Nombre Supremo y realizarlo como hemos descrito es aislar al alma de la distracción con el mundo sensible y con lo que escapa a la percepción. El mundo sensible es el opuesto al de los significados: son dos opuestos que no se pueden encontrar. Tan pronto como el que recuerda se separa de su distracción, le llegan significados desde lo oculto que desconocía. Le distraerán de la visualización tal y como la inmersión en el mundo sensible le distraía antes. Si los abandona y regresa a la visualización rápidamente, los significados se abalanzarán sobre él cada vez más fuertes, hasta llevarle a la presencia de su Señor, glorificado sea, por el camino más corto. Allí encontrará secretos y bendiciones que «ningún ojo ha visto, ni escuchado oído y que nunca se han mostrado al corazón del hombre». ¡Dios es garante de lo que decimos! Este camino sólo lo recorren los perspicaces, que evitan así tener que recorrer toda la vía entera. ¡Dios es garante de lo que decimos!

salam 

272

La cuestión del recuerdo (dhikr) es amplísima. Podéis consultar a este respecto, si os parece bien, las interpretaciones que dan los comentaristas a Su Palabra: «¡Oh los que creéis, practicad con ahínco el Recuerdo (dikr)!» (33:41) Veréis hasta qué punto este tema es vasto.

En cuanto a la invocación del Nombre Singular (al-ism al-mufrad), consideramos que hay que practicarlo con tranquilidad y dignidad, con un sentimiento de veneración y glorificación, en estado de pureza ritual, con reverencia y consideración, buscando únicamente el apoyo en Dios. No hay que practicarlo con prisas, diciendo “Allâh, Allâh, Allâh” sin detenerse en cada palabra, sino al contrario, alargar cada una de ellas: “A-l-l-ââââââ-h”, hasta el final. 

Es indispensable que aparezcan claras las cinco letras del Nombre, concentrándose en todo momento en su visualización con el ojo del corazón. Sus letras son el alif (ا), las dos lâms (لل), el alif de alargamiento (آ) y la hâ (ه). No se trata de escribirlas sobre un soporte: cada vez que esta visualización se desvanece, hay que reconstruirla inmediatamente, mil veces si fuera necesario. Así el invocador alcanzará una importante apertura espiritual en poco tiempo. Con tres semanas bastan para llegar a ello; algunos dicen una semana, otros que tan solo una noche, algunos incluso menos. ¡No es nada difícil para Dios si se procede de la manera indicada! Ya hemos dicho en otras partes que cuando se practica el recuerdo de Dios siempre desciende la serenidad. El que quiera comprobarlo de primera mano y ver su realidad, no tiene más que perseverar en esta invocación de Dios, sereno y recogido, con reverencia y glorificación, en un estado de pureza ritual, asombrado y honrado, apoyándose únicamente en Dios.

El caminante en la vía debe mantenerse, en todos sus actos, en esta noble condición de la que tratamos. ¡Este es nuestro parecer, que es uno de los más eminentes posibles!

salam

El estado de los hombres de Dios, de las cartas de Mulay al-Darqawi

34*

El hombre espiritualmente poderoso es el que se felicita porque este mundo escape de su mano, lo abandone y no regrese, que la gente lo critique y lo menosprecien, mientras que se conforma con el conocimiento que Dios tiene de él.

Dijo el maestro Ibn Ata Allah, que Dios esté complacido con él: «Cuando te duela la falta de consideración de las personas o te difaman, refúgiate en el conocimiento que Dios tiene de ti. Si no te conformas con ese conocimiento, tu pecado por no conformarte con él es más grave que te difamen». «Si les ha recompensado con la ofensa es para que no descansen. Lo que quiere es que todo les incomode, para que nada les distraiga de Él.»

salam

Los allegados de Dios, de las cartas de Mulay al-Darqawi

168

La gente de Dios vive únicamente en Su presencia. No están ni en este mundo ni en el otro. Oí al maestro sîdî ‘Alî decir: “Cuando el Enviado de Dios interceda por los pecadores de su comunidad, saldrán del Infierno, entrarán en el Paraíso y se reconocerán mutuamente. No obstante, echarán en falta a ciertas personas que no encontrarán ni el paraíso ni en el fuego. Se asombrarán entonces, con el asombro propio de la gente del paraíso, hasta que su Señor se manifieste a ellos y todos Le vean, como se cuenta en las recopilaciones de Bujârî y Muslim. Entonces Le dirán:

–Oh Señor, no encontramos aquí, en el Paraíso, a algunos grandes hombres que conocíamos en el bajo mundo y no están tampoco en el fuego. ¿Dónde están pues, oh Señor?

–Ellos son Mis huéspedes–, responderá Él, gloria a Él y santificadas sean Sus Cualidades y Sus Nombres–, porque sus obras de adoración estaban totalmente consagradas a Mi; están ahora conmigo, como lo estaban en el bajo mundo.

Prueba claro de ello es lo que figura en el Libro de Dios: «¡Sí!, los que temen a Dios estarán en jardines y un río, en una estancia de Verdad, con un rey Todopoderoso» (54: (34-35). Esto también queda claro en la tradición, puesto que el Profeta ha dicho: “Este mundo está prohibido a la gente del otro mundo, como el otro mundo está prohibido a la gente de este mundo. Y este mundo y el otro están prohibidos a la gente de Dios”.

¡Que Dios no nos prive de Él y no prive tampoco a aquellos que nos siguen, con quienes tenemos parte y vienen hacia nosotros! Amén

El corazón y el alma del faquir, de las Cartas de Mulay Darqawi

 

153*

El faquir que no tiene corazón no se puede separar de sus defectos. Puede estar siempre quejándose, llorando o lamentándose, pero no se cura de sus defectos, de sus enfermedades y de las insinuaciones (waswas) si no encuentra su corazón. En nuestra opinión, no hay mejor forma de encontrar el corazón que permanecer, aunque sólo sea una hora, rompiendo los hábitos de su alma (jarq al-‘awaid nafsi-hi), es decir, abandonando el estar continuamente hablando, comiendo y en compañía de la gente. En cuanto al sueño, le beneficia, siempre que sea en su momento. Por Dios, no hay nada que separe tanto a los faquires de sumergirse en el mundo espiritual (‘alam al-ma’ani) y lo que contiene, como lo hace el estar siempre hablando, comiendo y tratando con las personas. En cambio, si el faquir se impone lo contrario, que en el caso de hablar es el silencio, el de comer es pasar hambre y el de tratar con la gente es aislarse, lo rechazará, es decir, se apartará de seguir el mundo sensible, que se opone al de los significados. Se sumergirá en estos últimos hasta que no pueda salir, como le ocurrió al imam al-Gazali, a ibn ‘Arabi al-Hatimi, al imam al-Shadhili y a muchos otros, que Dios esté complacido con ellos.

Ya hemos dicho que la gente se ve dominada por el mundo sensible, de tal manera que ha tomado sus corazones y sus miembros, hasta el punto de que no se pueden ocupar de otra cosa, no pueden lidiar con otra cosa y no conocen nada más, hasta el punto de que pareciese que el mundo espiritual no fuese con ellos. Pero lo cierto es que Dios, elevado sea, les ha dado a cada uno de ellos tantos significados como olas tiene el mar. Si lo supiesen no se entretendrían con los seres sensibles. Si lo hubiesen conocido encontrarían que en sus propias almas hay mares sin orillas. Dios es garante de lo que decimos.

La gente que se ha condenado, lo ha hecho debido a aquello que sabían, no debido a lo que ignoraban. Porque sabían que estar siempre hablando, saciados y en la compañía de la gente –que Dios sea benevolente con ellos–, corrompería sus corazones y no habría manera de repararlos, que era un perjuicio y no un beneficio, sobre todo los sabios entre ellos. Pero la pasión se apoderó de ellos, se extendió, los hizo ir hacia lo prohibido, los degradó, los cegó y los destruyó completamente. Es decir, los dejó «sordos, ciegos y mudos, pero no recapacitan» (2:171), excepto a los que se interrogan a sí mismos. «De Dios somos, y a Él regresamos».

salam

El enfrentamiento con el alma, de las cartas de Mulay al-Darqawi

140*

La única forma de llegar a Dios es por la puerta de la muerte del alma (nafs).. Por su muerte entendemos el combatirla y dejar de lado totalmente sus propias opiniones (ra`y) y, a cambio, seguir las de la gente de sunna muhammadí. Quien se queda con su propia opinión y cree que se llega a Dios tras haber hecho desaparecer todo lo demás, sin aniquilar sus pretensiones, no llegará jamás, puesto que sólo se llega a Él por medio de Su más absoluta generosidad. Así ha dicho: «Si no fuese por la gracia de Dios que os ha concedido y Su misericordia con vosotros» (2:64) «Si no fuese por la gracia de Dios y Su misericordia, habríais seguido al Demonio» (4:83) «Si no fuese por la gracia de Dios y Su misericordia, no os habríais purificado» (24:21). Y dijo, la paz y las bendiciones sean con él: «–No entrará ninguno de vosotros en el Jardín por sus obras. –¿Ni tan siquiera tú, mensajero de Dios? –le preguntaron. –Ni tan siquiera yo, a no ser que Dios me acoja en Su misericordia.»

Os insisto en que debéis hacer descender vuestras almas de su posición, en que debéis esforzaros hasta el límite de vuestras capacidades en evitar aquello que es ilícito e indeseable, aquello que os ha prohibido vuestro Señor. Enfrentaos a vuestra realidad interior tenebrosa con vuestra realidad interior luminosa. No carguéis sobre vuestras espaldas más de lo que debéis, ocupándoos con vuestros propios planes (tadbir) y decisiones (ijtiyar) y poniendo vuestras aspiraciones en aquello que Dios ya ha dicho que se hará cargo por vosotros –es decir, vuestro sustento–. Afrontad con paciencia las argucias de la gente y evitad resporderles con el mal, puesto que sabéis que el polo (qutb al-tasawwuf) es el que se conforma y soporta los ataques. Abandonad todo lo que os quede de los atributos de la gente normal y perseguid lo contrario. ¡Que vuestras aspiraciones sean siempre elevadas, no terrenales!

En nuestro tiempo hay una escasez de quienes tienen aspiraciones elevadas. No verás ni faquir ni sabio, ni noble, cuya aspiración no sea terrenal y para nada elevada. La gente no pone sus aspiraciones en nada que no sea terrenal, es decir, este mundo y el amor a sus posesiones. ¡No hay poder ni fuerza sino de la de Dios! Esto los arrastra hacia lo más bajo, y nunca se elevarán.

Hermanos, partid con vuestros corazones desde el mundo de los caprichos perecederos hacia el mundo de los caprichos eternos. Poneros a ello y no os retraseis, pues no se retrasan sino la gente profana. En cambio, el que está despierto se adelanta, es decir, parte, y de esta forma desciende.

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Sobre la importancia de guardar el conocimiento, de las cartas de mulay al-Darqawi

265*

Queremos asegurarnos de que no andéis compartiendo nuestras cartas ni las de nuestro maestro sidi Ali al-Yamal, que Dios esté complacido con él, con quienes no son adecuados para este arte, sin excepción. Si nuestros detractores escuchan tales palabras, o las de nuestros maestros, nos tratarán de dañar, como lo hicieron antes de nosotros con quienes eran más sabios, y tenían estados y estaciones espirituales más elevadas, como sidi al-Shadhili, sidi Ibn al-‘Arabi al-Hatimi, sidi al-Sha’arani y sus iguales. Quien quiera saber lo que sufrieron con sus detractores que mire lo que aparece en el «Los rubíes y las piedras preciosas sobre el credo de los más grandes» de al-Sha’rani. Verá las maravillas y lo insólito que le ocurrió a nuestros maestros, la gente de la vía, y todo el daño que sufrieron a manos de sus detractores. Aunque ellos, que Dios los trate con bondad, solo son el viento que mueve a la gente de la sinceridad, como dijo uno de ellos:

Mis enemigos me agracian y benefician

que el Misericordioso no los aleje de mí

buscan mis errores, y así los puedo evitar

se enfrentan a mi y hacen que me comprometa con mis obras

Creo que el daño que infligieron a nuestros maestros de la vía fue antes de alcanzar la perfección, puesto que los perfectos son los que conocen y obran, unen la Ley y la realidad espiritual, la ebriedad y la sobriedad. Ante ellos no cabe reproche posible que los dañe, y en cambio ellos tienen pruebas contra todos los demás. El más perfecto ejemplo fue el mejor de la creación, nuestro señor Muhammad, la paz y las bendiciones sean con él, que sufrió los ataques más dolorosos, así como nuestro señor Abrahán, Moisés y el resto, con todos ellos sea la paz, puesto que los profetas son los que más penalidades han sufrido, y luego los van después en rango, tal y como afirma una tradición narrada por al-Bujari.

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La concentración en Dios, individual y colectiva, de las enseñanzas de mulay al-Darqawi

58

La disposición del discípulo hacia el exterior es reflejo de su estado interior, sin duda alguna. Ibn ‘Atâ’ Allâh lo ha explicado muy bien en sus aforismos: “Lo que guarda el interior queda manifiesto en las apariencias externas”. Vemos, oh faquir, que te inclinas tanto hacia la gente del exterior como a la gente del interior, o mejor dicho, que te inclinas en ambas direcciones o te apartas también de las dos. Pasas de estar entusiasmado a apático y apesadumbrado; lo mismo aceptas la verdad que la rehusas, etc. Te vemos hablar como los sufíes al mismo tiempo que las pasiones se apoderan de ti. Así has estado largo tiempo. Tu estado me entristece y quiero ser sincero contigo; el mejor consejo que puedo darte es que te arrepientas ante tu Señor de estas pasiones que juegan contigo y que no sigas a nadie sino a quien te llama hacia tu Señor, y nada más. Vincularte a unos y a otros no es de ningún interés pues Él ha dicho: «La gente que vive sobre la tierra, en su mayor parte, no harán sino apartarte del camino de Dios si les obedeces» (6:116).

No estaremos a salvo, ni tú, ni yo, ni nadie, más que siguiendo a los que siguen la tradición muhammadí, es decir esta comunidad ( yamâ’a) de la que el Profeta ha dicho: “La mano de Dios está con la comunidad (yamâ’a)”. En efecto, es la que respeta, sin duda, el pacto que ha contraído con Dios. Incluso cuando sólo conste de pocos miembros, pues en realidad constituye una multitud, aunque se vea reducida a una sola persona, si se enraíza fuertemente en la tradición del Enviado de Dios exterior e interiormente. Pero una reunión de individuos, por numerosa que sea, no sería una yamâ’a si sus miembros no siguen la tradición del Enviado de Dios. Igualmente un solo hombre puede constituir una comunidad religiosa (umma) si su corazón está con el del Profeta de Dios, como nuestro señor Abraham, del que Dios ha dicho en su Libro: «En verdad, Abraham era una comunidad vuelta hacia Dios» (16:120)

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La unión de la vida material y la vida espiritual, de las cartas de mulay al-Darqawi

231*

Oh faquir. Tu Señor ha reservado para ti una túnica preciosa. Pero no has reconocido su importancia puesto que la has hecho jirones y los has esparcido, de tal manera que ya no se puede unir una parte con otra. Si entiendes nuestra alusión y llamada de atención, bendito sea Dios. Si no, une lo que separaste por medio de la gente a la que amas y en la cual buscas el apoyo, repara aquello en lo que faltaste con respecto a lo que tenías que hacer y verás maravillas.
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Sobre la santidad y los medios de subsitencia, de las cartas de Mulay al-Darqawi

139
La santidad es una condición noble y señorial, es un grado elevado y eminentísimo. Deja perplejas a las inteligencias humanas y sólo los más fuertes y los más sutiles logran alcanzarlo, Dios no permita que desaparezcan de este mundo. ¿Podría acaso ser de otra manera? En efecto, el santo (walî) es aquel de quien Dios se ha encargado (tawallâ), al que cubre con Sus atributos y características, es decir que reemplaza su impotencia con Su poder, su debilidad con Su fuerza, su pobreza con Su riqueza, su rebajamiento con Su gloria, su ignorancia con Su saber, etc. Por tanto, nadie debe ignorar la importancia de la santidad o descuidar a los santos. Debe estar convencido de la necesidad de reconocerla, con el fin de que su aspiración espiritual y su corazón se eleven.
Para la mayoría de la gente, los santos más grandes son, por una parte, los locos de Dios cuyo rapto no va acompañado del camino metódico y, de otra parte, los ascetas que realizan numerosos actos. Pero las cosas no son como se imaginan. El rapto es la santidad y no puede coexistir con el esfuerzo ascético (muyâhada) pues este requiere una energía (quwa). El esfuerzo no puede ir en dos direcciones a la vez, como hemos repetido hasta la saciedad, hasta que lo oigan y lo entiendan los que nos siguen.
El rapto (ÿabd) es una realidad espiritual embriagadora, mientras el camino metódico (sulûk) es una ley sobria. Al hombre de realidad espiritual ésta lo vela de la Ley revelada (sharî’a), de igual manera que al hombre de la Ley revelada ésta le vela de la realidad espiritual, como ha dicho Ibn ‘Atâ Allâh en sus Palabras de sabiduría. “Para el hombre de realidad espiritual la creación desaparece con la contemplación de Rey Verdadero. Extingue las causas segundas porque observa a Aquel que las crea. Es un servidor que está concentrado en la realidad espiritual, cuyo resplandor se le manifiesta, camina por la vía y se encarga de Él con Su asistencia, eso si no se ha sumergido en las luces y no percibe ningún rastro de las criaturas. La ebriedad ha vencido a la sobriedad, la unión a la distinción, la extinción a la subsistencia y la ausencia sobre la presencia».
En lo que a mí respecta, yo creo que eso fue lo que le ocurrió a nuestra señora ‘ isha que en su embriaguez llegó hasta el punto de perder conciencia de las criaturas, puesto que se cuenta que exclamaba: “¡Por Dios, no volveré a dar gracias sino a Dios!” No obstante, regresó a la lucidez y perfección que tenía habitualmente, es decir el estado en el que se juntan la ebriedad y la lucidez, la Ley revelada y la realidad espiritual, el rapto y el caminar, el exterior y el interior o la presencia y la ausencia: este es el estado de los perfectos. En sus aforismo, el eminente Ibn ‘Atâ’ Allâh dice así: “Más perfecto que el anterior es el servidor que habiendo bebido, ha obtenido la lucidez, y ausentándose, ha logrado estar más presente. Su unión no le vela de su distinción ni a la inversa, igual que su extinción no le hace retornar a su subsistencia (baqâ), ni a la inversa. Da a cada cosa su derecho y cumple completamente sus deberes respecto a todos aquellos que tienen algún derecho sobre él”.
Muchos santos se embriagan hasta perder conciencia de las criaturas. Se cuenta que Abû Zayd Sîdî ‘Abd-l-Rahmân al-Fasî, el conocedor por Dios, dijo: “Memoricé catorce ciencias, pero cuando alcancé la ciencia de la realidad espiritual, me fueron retiradas todas salvo el Corán y la tradición del Profeta, las cuales conservo”. En cuanto a mí, cuando alcancé esto de lo que habla aquí sîdî ‘Abd-l-Rahmân, fui despojado de todos los placeres de los que había gozado, del amor de todo lo que amaba y me era familiar, de todos los caprichos a los que me entregaba gustoso y de todo lo que me era agradable. Abandoné todos mis hábitos y todas mis pasiones y mi corazón no pudo, en lo sucesivo, encontrar reposo sino en Dios, incluso cuando mis miembros hubieran podido apoyarse exteriormente en otra cosa. Todo, porque mi Señor me bastaba: ¡gracias y alabanzas a Dios!
Cuando sîdî al-Yunayd alcanzó esto, exclamó:
Si alcanzas el secreto, purifícate con el agua del Misterio,
Si no, haz las abluciones secas con tierra
Pon delante de ti al imam del que tú eras imam
Y haz la plegaria del mediodía al comienzo de la plegaria de la tarde,
Pues quienes conocen a su Señor hacen así su plegaria.
si eres uno de ellos, riega la tierra firme con el mar.
Cuando sîdî-l-Wâsitî alcanzó esto, dijo a su vez: “La gente del Recuerdo, cuando Le invocan con la lengua, están más distraídos que los que olvidan mencionarLe, pues lo que mencionan es otro que Él”. La gente de la estación de la extinción ha dicho muchas otras palabras a este respecto, como por ejemplo:
Invocarte no me da más que problemas;
Si Te invoco, mis secreto, corazón y espíritu me maldicen.
Es como si un guardián enviado por Ti me interpelase:
¡Atención! ¡Cuidado! ¡Pobre de ti a causa de este recuerdo!
No ves que los signos de la Verdad están ahí ya
Y todos sus significados están conectados con los tuyos.
En cuanto a la gente del rapto que no sigue un camino metódico, tienen en efecto esta santidad que se les atribuye, pues la luz de su Señor ha tomado el control de su persona y ha hecho salir al exterior lo que guarda su interior, así es como lo han alcanzado. Ibn ‘Atâ’ Allâh dice así: “Cuando sobrevienen las inspiraciones divinas, destruyen el orden habitual que está en ti: «Cuando los reyes entran en una ciudad, la saquean y hacen de sus más nobles habitantes los más miserables de los hombres. Así es como actúan» (27:34)».
Pero la gente lleva mal el percibir la santidad en quienes se ganan la vida como todo el mundo, incluso peor que a los que mendigan. No saben que el célebre santo sîdî Abû Silhâm vivía de la más frágil de las maneras de ganarse la vida, la pesca con caña, aunque era capaz de controlar el mar con su aspiración espiritual. En cuanto a nuestro maestro, mendigaba de tienda en tienda en Féz al-Bâlî, como un hombre extremadamente necesitado, mientras que fue el pilar (gawz) durante la mayor parte de su existencia (y vivió más de 80 años).
La gente piensa que tener una confianza inquebrantable en Dios o dedicarse totalmente a Él es imposible si no se abandonan los medios de subsistencia. ¿Acaso ignoran que el Profeta, la paz y las bendiciones sean sobre él, sin par en lo referente a confianza en Dios, ni dentro de su comunidad ni en las que le han precedido, recurría a los medios de subsistencia al mismo tiempo que vivía en el desprendimiento? Ayunaba y rompía el ayuno, dormía y se levantaba de noche para hacer plegarias, estableciendo de esta forma la Ley de su comunidad. En ésta se encuentra la gente que le ha seguido en materia de confianza en Dios y eso durante toda su vida, son aquellos que hemos mencionado y sus semejantes.
La gente acepta igualmente mal la santidad en las personas que no tienen muchos ritos en su haber y se contentan con su Señor. ¡No saben que un invitado que es recibido por anfitriones generosos no está obligado a hacer demasiado; y qué decir del invitado del más Generoso! La realidad espiritual (haqîqa) se refiere a la Verdad (al-haqq) y la Verdad es Dios. La Ley revelada (sharîa) se refiere al legislador (al-shâri’), es decir a nuestro Profeta, la paz y las bendiciones sean con él.
salam