Los cuatro defectos del alma

bismillah

Cuenta Badr al-Habashi, el compañero de Ibn Arabi, en su Kitab al-Inbah, que éste ultimo dijo:

49. Cualquier falta mortal o venial puede estar presente en el buscador, el sabio y los conocedores realizados, excepto cuatro: mentir, aunque sea por el bien común (maṣlaḥa); ser traicionero (jayāna), aunque quepa una interpretación (ta’wīl); no cumplir la promesa, aunque se vea compelido por las circunstancias; y la ostentación, aunque sea con una buena intención.

Así encontré un maestro al que escuché mentir, por lo que perdió mi consideración. Y encontré otro maestro que bebía vino, pero a quien mantuve en alta estima y por quién pedí el bien de Dios.

Estas cuatro faltas impiden cualquier realización espiritual porque son un velo absoluto con respecto a uno mismo. El resto pueden ocurrir, y simplemente señalarán una debilidad de alma, una incapacidad para controlar un defecto, una pasión o un capricho, y en la mayoría de las ocasiones son consecuencia de algo externo que atrapa los sentidos y vela el corazón.
En cambio estas cuatro provienen del interior, son defectos de la propio alma, están íntimamente relacionadas con nuestras intenciones, lo único que depende de nosotros mismos.

Mentir supone no hacer honor a la verdad, lo cual es una signo de infidelidad (kufr). El maestro no admite ni tan siquiera la posibilidad de que se mienta buscando un bien tras ello, pues eso sería un signo de engaño y de falta de sinceridad. Si se miente no se es fiable. Si no eres fiable, no se puede confiar en ti. Y si no se puede confiar en ti, ¿cómo esperas que se te crea cuando afirmes cualquier cosa?

Por otro lado, la sinceridad es un atributo central e imprescindible del camino. La sinceridad del principiante es no pretender nada salvo a Dios. Es un trabajo continuo, en el que si se miente a sí mismo, puede que tome una pasión como su dios, y por lo tanto se engañe. Solo a través de la sinceridad podrá librarse de ese velo y caminar hacia su Señor. Y en ese esfuerzo por ser sincero no puede dejar lugar a excusa alguna; aunque pueda haber excusa para los demás, él mismo se vigila y se pide cuentas.

Tampoco puede ser traicionero, o sea, decir lo contrario de lo que hace, o usar medias verdades para justificarse a sí mismo. Al fin y al cabo, la traición es una forma de mentir, en la que dejas que el otro se engañe. Quien realiza tal acto, lo que está haciendo es abrir la puerta a la fantasía, a la ilusión. Así establece algo como verdad cuando no lo es, tratando de defender por todos sus medios su postura. Así cae en el autoengaño (gurur), y se convence de cosas que no tienen realidad, encontrado todo tipo de justificaciones para seguir defendiendo su postura, muchas veces por encima del derecho de los demás.

No puede incumplir los pactos, porque eso indica que no tiene palabra. Si no se puede confiar en su palabra, ¿cómo se puede confiar en que hará todo lo posible por llegar a Dios, aunque le cueste su propia vida? ¿Cómo se podrá confiar en que cumpla el pacto (baya)? Debe cumplir los pactos en los que se comprometa, y si no está seguro, que no lo haga. Si no está seguro de sí mismo, que reconozca sus límites y solo llegue hasta donde pueda. Y si luego puede hacer más, ¡alabado sea Dios!

Tampoco puede hacer ostentación, porque hacer ostentación es un signo de hipocresía, y la hipocresía solo indica falta de sinceridad. Si se cumple para que los demás te vean, ¿entonces para quién estas realizando esos actos de adoración? ¿Para ti mismo, para las demás criaturas? Ten cuidado, Dios ha dicho: «Perdono todo, salvo que se asocie algo conmigo en la adoración». Si muestras tu piedad, tu sabiduría, tus habilidades, ¿estás seguro que lo haces solo por mostrar las gracias que te ha concedido tu Señor o buscando el Rostro de Tu Señor? Examina tu interior: ¿hay algo más? ¿Alguien más ocupa tu corazón? ¿No será una forma oculta de asociación, una sutil trampa que tiendes a ti mismo? ¿Crees que eres capaz de algo? Los dones que tienes los has recibido, es solo un préstamos que devuelves a Su propietario.
Examina tu interior, pídete cuentas, vigila tu interior. Se ecuánime con los demás y sincero contigo mismo. Se indulgente con las criaturas y exigente contigo mismo.

¡Qué Dios nos libre de nuestros defectos y velos! Ya Allah, concédenos la sinceridad, haz que solo te busquemos y te deseemos a Ti por encima de todo lo demás.
salam
Nuruddin

La melancolia del hogar

as-salam alaikum

Comentando esta hikma de Ibn Arabi el otro día, me enseñaron algo muy interesante…

«El murīd que no muestra tristeza ni necesidad, camina sin rumbo por el desierto de la ignorancia o se ahoga en el mar de la perdición. ¿Cómo no va a estar triste, separado de la gracia de Dios? ¿Cómo no va a ser un necesitado, si no pasa una hora sin que Lo precise? Pero si un estado se apodera de él, hace desaparecer su pena y su necesidad, le conviene temer la trampa divina (makr Allāh).»

Para quien busca a Dios, su búsqueda de Él, lo hace vivir en un estado de anhelo, de melancolía, de deseo del encuentro con su objetivo, con el bienamado. Esto es parte y condición del camino, el estado de anhelo y necesidad de Dios, conscientes de nuestra de nuestra precariedad, del estado de separación y de lejanía que nuestra existencia individual nos genera. Nuestra propia incapacidad para verlo y percibirlo como el Cercano, como Él realmente esta, es lo que nos hace permanecer encerrados en esta prisión, com la definió el Profeta, la paz y las bendiciones sean con Él. Y el murid debe ser saber tal csao, darse cuenta de que es una de las características de su existencia. Y a pesar de que en su camino encuentre algo que le de noticias de su bienamado, sea por un estado, por una presencia (wayd), o cualquier otra cosa, que le produzca un estado de regocijo, no debe perder de vista que su condición no ha cambiado. Si con tal estado se embelesa y se engaña, no puede sino quedar atrapado en la trampa divina, tendida para quienes no cumplen con los requisitos de sinceridad, de concentración o verdadero amor con Dios. Por ello, si tal estado les llega, saben aprovecharlo, pero se cuidan mucho de ser confundidos, y raudos se vuelven a Él.
Por eso Ibn Arabi insiste en otro lugar del peligro que supone para el murid la sama… puede que en ella le llegue algo al murid, pero si no es sincero, no guardas las precauciones de las formas, o lo hace público, o toma ese estado por el fin, se pierda y abandone para siempre el camino hacia su objetivo. Quizá para unos no del todo, y todavía caigan dentro del ámbito de la misericordia divina, mientras que otros se pierdan en la negrura de la ignorancia y las pasiones. ¡Pero qué doloroso es para algunos no poder llegar a su objetivo, aunque sea por haber fallado por unos milímetros!
Que Dios tenga misericordia de nosotros, y aunque nuestra obras son pocas, nuestra concentración débil, y nuestra aspiración defectuosa, lo compense Él con su don y su atracción, con la intercesión de Su amado profeta, la paz y las bendiciones sean con él, nos permita la compañía de los que se dirigen hacia Él y nos permita crecer a su sombra.
salam
Nuruddin